Así fue Córdoba 2020

Mario Castillo, repartidor: «El reparto era flojo, luego llegó a desmadrarse»

Este joven asegura que «es una gran satisfacción que lo que tú haces sea reconocido y sea considerado como una actividad de primera necesidad»

Mario Castillo junto a su camión de reparto Valerio Merino

David Jurado

Mario Castillo Díaz sabe lo que es repartir en un ciudad inerte , sin tráfico, moribunda... El coronavirus no se llevó por delante su actividad, como sí lo hizo con la gran mayoría de trabajadores del país, que esperaban en sus hogares que pasase el chaparrón para retornar a sus puestos de trabajo. Los primeros días, recuerda, «fueron bastante duros». La sensación de no ver tráfico, de no ir con prisas a los sitios, de no ver ni un alma en la calle... «Recuerdo que paré un día la furgoneta e hice una foto de Las Tendillas vacía , en silencio, en pleno día, eso es algo que recordaré siempre y que no creo, ni espero, volver a ver nunca más».

Al principio, los repartos cayeron por completo ante el miedo de la gente a meter en sus viviendas el Covid-19. Este empleado de Tradiscor también sintió en sus carnes la angustia y el miedo a contagiarse. «Pero en aquellos días tan duros lo último que se me pasaba por la cabeza era perder mi empleo tal y como estaba la situación», reconoce. Así que, aunque se encontrase «sólo ante el peligro, recorriendo las calles cuando todo el mundo estaba protegido en sus casas», Castillo siguió llevando sus entregas con la misma diligencia de siempre.

«Las primeras semanas desde que se decretó el confinamiento fueron muy flojas, pero luego llegó el desmadre total ». Este trabajador de mensajería recuerda cómo fueron aumentando día a día los pedidos conforme la gente fue consciente de que iba a permanecer bastante tiempo encerrados en casa. «Se dispararon los pedidos de paquetes y entregas relacionados con la reforma del hogar».

También agradece la implicación de su empresa en la formación que le dieron para establecer protocolos para preservar su seguridad y la de los clientes. En cuanto a la clientela, señala que los ciudadanos «se adaptaron muy bien y todos eran muy receptivos». Porque a nadie le agrada tener que bajar al portal a recoger un paquete, o que te lo dejen en el umbral de la puerta y tener que hablar a dos metros de distancia del repartidor.

Los casos en los que aparecía un cliente sin mascarillas son los que menos recuerda. «Alguna vez que otra ha podido pasar, pero no era lo habitual». Tampoco era muy normal ver a gente pertrechada contra el virus, aunque la hubo, como la señora que un día le abrió e iba parapetada con todas las medidas de protección posibles y aconsejadas. Pantalla protectora, mascarilla, guantes «y unas bolsas transparentes en las manos para coger el paquete», recuerda como una de las anécdotas más amables de los días duros de la pandemia.

La pandemia ha puesto a prueba su capacidad de resiliencia. Ahora está más orgulloso de su trabajo. «Es una gran satisfacción que lo que tú haces sea reconocido y sea considerado como una actividad de primera necesidad ». En este sentido señala que durante los días más complicados de la crisis del coronavirus repartió muchos productos de parafarmacias , desde geles hidroalcohólicos hasta mascarillas, por lo que le queda la sensación de haber contribuido a que la población estuviese a resguardo en su casa y protegida cuando tuviese que salir al recibir las herramientas necesarias en la misma puerta de su hogar.

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