Mirar y ver
Viernes Santo
Demasiadas cruces contemplamos desde nuestro sillón, demasiadas pasiones ignoradas
'El jartible', por Rafael Ruiz
Es esta una Semana Santa -conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, razón esencial de lo que se celebra-, deseada en una ciudad a rebosar y de exultante primavera, después de vivir dos años de ausencia de desfiles procesionales. Las calles recibirán hoy al Cristo de la Buena muerte, la Expiración, el Descendimiento, el Santo Sepulcro , la Soledad y los Dolores de su madre. El Viernes Santo es día de contemplación del misterio de la cruz de Cristo y de la entrega de su vida por amor y salvación de todos.
La cruz de Cristo , además, nos invita a mirar otras cruces, observadas desde nuestro cómodo sillón, como los que vivieron la muerte de Jesús sin conmoverse o con un sentimiento sobrecogedor, pero momentáneo y pasajero. Demasiadas historias de pasión en nuestro mundo: víctimas de guerras, hambre, pobreza, desigualdad y enfermedades, desplazados y refugiados, inmigrantes en fronteras inexpugnables, personas sin hogar o en soledad, cruces cercanas y conocidas…
Ante el dolor podemos asustarnos o negarlo como Pedro; lavarnos las manos como Pilatos y acallar la conciencia echando responsabilidades a otros, como nos recuerda el Señor de la Sentencia; o ser cómplices de las injusticias, como los soldados, que hicieron su trabajo sin darse cuenta de que participaban en la muerte de un inocente. Pero, también, podemos acercarnos a él con la fidelidad y lealtad de la amistad de Juan. O con la delicadeza, sin medida cuando se trata de consolar a quien sufre, de la Verónica, representada en el paso de la Santa Faz; o llevar el peso de los dolores de otros, como el Cirineo, junto a Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, como todos aquellos que dedican su vida al servicio de los más necesitados; o avivar un amor verdadero, gratuito, generoso y fiel como el de María, su madre .
El Viernes Santo es día de sostener la mirada en la cruz, valientemente, porque es en esa realidad, sin recortes ni descartes, donde Dios habla, actúa y responde, desde ella, que el amor es el sentido de la existencia y que, tras la oscuridad, la tristeza y el silencio, acontece la esperanza cumplida de la Resurrección y amanece la luz para siempre, porque él es el Dios del amor y el Señor de la vida.
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