Mirar y ver

Viernes de Dolores

La Virgen entre lirios, la Virgen desmayada, que escribió Mario López

La Señora de Córdoba Valerio Merino
María Amor Martín

María Amor Martín

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Viernes de Dolores e incipiente primavera, preludio de Semana Santa. Vendrán las tardes largas y las brisas olorosas de abril, las petunias y los geranios a los balcones, sobre el blancor de las fachadas encaladas después de las lluvias. Llenará el azahar las calles, aroma de pureza y amor eterno. Aún así, otra vez, las calles vacías solo escucharán el silencio. Ni el rachear de pies costaleros, ni el roce de los varales, ni el murmullo acallado de las gentes, fuera solo el azahar y el tiempo. Pero, es Semana Santa, semana de celebración y manifestación de fe y oración. Llegará amor del Jueves Santo, la noche oscura -a pesar de la luna llena- y triste del Viernes Santo, y la mañana del Domingo de luz y vida de la Resurrección de Cristo, en que amanece nuestra esperanza y alegría.

Hoy es viernes, el de Nuestra Señora de los Dolores, la «Virgen entre lirios/ de primavera. Virgen desmayada/bajo el temblor incierto de los cirios», en versos de Mario López . La plaza de Capuchinos, «rectángulo de cal y cielo·, según Ricardo Molina , y guardada por un ángel de Liébana, se convierte en lugar de espera bajo la mirada del Cristo de los Faroles .

A pesar de las circunstancias, como siempre cada Viernes de Dolores, sobrecogerán las extensas colas para visitar a la Señora de Córdoba, expresión de la fe de los sencillos, de los que se guían más por el amor que por las razones. Sufre el corazón de una madre dolorosa, que oye y acoge en sus manos abiertas a quienes se le acercan. Allí, ante la reja, el rezo a la Virgen por las muchas necesidades, las confidencias de las penas y el agradecimiento por las alegrías. Ella escuchará este año, como un rosario de dolores, la enfermedad y el miedo, la falta de trabajo, la escasez, la tristeza, la soledad de muchos y el duelo de tantos, y sus lágrimas, que saben de la Resurrección , serán abrazo de consuelo y esperanza, mientras susurramos la oración de Pablo García Baena , el «poeta de la Virgen», como lo apodó la Hermandad: «Óyenos, bienaventurada Señora Nuestra de los Dolores…/socorre a los que caminan cayendo/en el exilio de su calvario…/ Madre coronada de Córdoba atiéndenos…/y llegue nuestro clamor a Ti».

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