Mirar y ver
Manos Unidas 63
La desigualdad no es inevitable, exige cambios personales y tiene causas estructurales y definidas
Desde hace 63 años, Manos Unidas , ONG de desarrollo, católica y de voluntarios, no ha dejado de luchar por la erradicación de la lacra del hambre en el mundo y por el desarrollo y promoción de los países más desfavorecidos. La delegación de Manos Unidas en Córdoba , como cada mes de febrero, inicia su campaña con el lema ‘Nuestra indiferencia los condena al olvido’, que alerta de la necesidad de dejar de ignorar las injustas condiciones en que viven millones de personas , cada vez más invisibles, a causa de nuestra indiferencia.
Nos invita a reconocer la realidad para entender un mundo gravemente marcado por la desigualdad . Para reconocer la realidad, se necesita mirar y ver, darnos cuenta de lo que acontece para salir del adormecimiento acrítico y acomodaticio. Pero no nos engañemos, mirar, o no, es una acción consciente. No querer ver la desigualdad hará invisibles a los más pobres, los desheredados, los sin voz, los obligados a mendigar su derecho a vivir , a ser escuchados, a ser reconocidos, forzados a habitar en los márgenes, como si pertenecieran a una tierra ajena, que tiene reservado el derecho de admisión. Solo dos datos. 1300 millones de personas en países en desarrollo sufren la pobreza multidimensional y, en los próximos años, el hambre podría alcanzar a más de 1000 millones.
Los problemas de los países del Sur pueden dejarnos paralizados dada su magnitud, pero la desigualdad no es inevitable, exige cambios personales y tiene causas estructurales y definidas. Mirar esta realidad sin disimularla, sin rehuirla por incómoda, sin seleccionarla ni descartar nada, sino escuchando y acogiendo lo que muestra, nos descubre el vínculo que indefectiblemente nos une a los otros.
Es el reconocimiento de la absoluta dignidad de cada persona lo que nos hace verdaderamente humanos y hermanos, y nos descubre que todos en cualquier país y cultura conocemos, sentimos, nos alegramos y sufrimos de la misma manera. Solo un encuentro así cambia actitudes, reconcilia lo imperdonable, cura lo enfermo y recompone lo roto. Lo demás es seguir presos, anestesiados, adormecidos. Nadie ama lo que desconoce ni lucha por lo que ignora. De este conocimiento surge el deseo imperioso de trabajar por transformar la desigualdad y contra la injusticia de una realidad que nos ha tocado el corazón.
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