Mirar y ver

Habitantes del toque de queda

Ha dejado al descubierto personas sin hogar y ha hecho aumentar su vulnerabilidad

Una persona sin hogar en el Centro de Córdoba Valerio Merino
María Amor Martín

María Amor Martín

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Noviembre llegó con la implantación del toque de queda . No es una expresión agraciada semánticamente, la acompañan demasiadas connotaciones negativas, tal vez por eso Pedro Sánchez prefiere llamarlo «restricción de movilidad nocturna». No tocan campanas, ni tambores, ni sirenas que recuerden la obligación de quedarse quedo, quieto. A las once en casa. Fácil para quien sabe que volver a casa es el mejor camino y el más seguro puerto, pero inalcanzable para quienes su hogar es la calle y su techo la intemperie. Esta semana ha puesto de manifiesto que cuando «el miedo al silencio -dice Galeano- aturde las calles», ellos permanecen en su cobijo de suelo y cielo. Toque de queda para avisar de qué, para ir a dónde.

En Córdoba, Cáritas Diocesana advierte que «No tener casa mata» y proporciona un destino al que regresar. La Casa de Acogida Madre del Redentor para el acogimiento y acompañamiento de las personas sin hogar, atiende a cuarenta personas, que encuentran en ella un lugar para vivir y abandonar la calle. En el Ala de Baja Exigencia pernoctan veinte más, a las que se les facilita ducha, ropa, cena y desayuno. Y mientras la ciudad duerme, los voluntarios, modelo a seguir, de la UVI social recorren las calles y salen a la búsqueda de los que permanecen en ellas, más de cincuenta y cinco cada día, y el número va en aumento, para ofrecerles cena caliente , ropa, mantas y sacos de dormir… y, sobre todo, una mirada que reconoce su dignidad y un encuentro entrañable, alivio de soledades y miedos.

El toque de queda está habitado, ha dejado al descubierto a las personas sin hogar y ha hecho aumentar su vulnerabilidad . Las miramos de soslayo por pudor o por vergüenza, porque sus mantas sin cama, sus enseres sin cocina y sus dos zapatos que no siempre son un par, son denuncia que nos muestra la indignidad de una sociedad deshumanizada e injusta que descarta, invisibiliza y abandona en los márgenes. Es tiempo de ver y dejarse conmover, de leer la realidad con la razón y el corazón hasta hacer surgir en nosotros la pregunta ¿qué debemos hacer? Podremos entonces responder con el compromiso de construir una ciudad para todos y un mundo como Dios manda .

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