Mirar y ver

Desde Bangassou

Monseñor Aguirre recuerda que la pobreza es global y que el cambio, posible

Monseñor Aguirre, en una entrevista Valerio Merino
María Amor Martín

María Amor Martín

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Leo el artículo de Monseñor Juan José Aguirre «A los pobres los tendréis siempre». En Córdoba, no necesita presentación. Aquí nació, ejemplo admirado y muy querido en su ciudad. Es obispo de Bangassou, en la República Centroafricana , uno de los países más pobres -y también más violentos- del mundo. Lo dice Naciones Unidas y lo vive este hombre de Dios, con palabras confirmadas con la verdad de su vida, arraigada en la fe y entregada a Cristo y a los demás, con valor y riesgo de la suya.

El artículo lo envía su hermano Miguel, presidente de la Fundación Bangassou, consciente de que ofrece un tesoro valioso. En estos días, buscamos comprender nuestro mundo convulso y sus palabras son una llamada de atención profética, que señala el camino. Las leo despacio y conmovida. Habla de inmigración y pobreza: el genocidio de Rwanda, el éxodo sirio, la guerra de Sudán, los menores en Ceuta, la huida de Afganistán, los pobres de la selva amazónica, los captados en China para el adoctrinamiento, los parias de Birmania y Pakistán, los «espaldas mojadas», los esclavizados en Argelia y en Libia y la situación de Centroáfrica, que él vive, con miles de desplazados, huyendo de mercenarios extranjeros que atentan contra su vida, los Derechos Humanos y la dignidad. También la pandemia se ceba en ellos, sin vacunas, cuando algunos países anuncian la tercera dosis. Conoce el desasosiego en Europa por estas y otras situaciones como el cambio de época y climático, el islamismo radical, los atentados contra la vida en todas sus etapas, el alejamiento de Dios y el vacío que muchos sienten…

Sin embargo, sus palabras, aunque sobrecogen, no son desalentadoras. Nos instan a mirar de frente la realidad y a ayudar en un cambio posible, anclados en la fe contra el sinsentido y en el compromiso con los más vulnerables y necesitados, encuentro con uno mismo y con Dios: «no sólo hay que mojarse los pies, sino todo el cuerpo y hasta el alma», como hacen muchos de ellos buscando la esperanza. Llevo siempre conmigo una pequeña cruz suya. Nos encontramos, la bendijo y me la regaló, por cariño y para que los tuviésemos siempre presentes. Benditas sus manos que, como dice el Papa Francisco, derraman «el consuelo en las llagas de la humanidad».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación