Mirar y ver
Adiós mascarilla
¡Cuánto han ocultado, cuánto nos hemos perdido!
Mascarillas colegios Córdoba | ¿Cuándo habrá que ponérsela? Las nuevas instrucciones, al detalle
Las mascarillas han dejado de ser obligatorias . Nos han protegido y, después de más de setecientos días, se han convertido en una garantía de seguridad diaria. Hasta ahora, encontrábamos su utilidad en quirófanos, como elementos protectores contra la alergia primaveral en casos extremos o para algunos trabajos. Nos sonreíamos al contemplar aquellos turistas, de ojos rasgados, bajando de autocares en grupos numerosísimos, ansiosos por verlo todo rápido, cargados con dispositivos fotográficos de última generación para captar hasta el más intrascendente detalle. Y, por supuesto, todos con mascarilla. ¿A qué le temían, con qué pensaban contagiarse, si aquí todo es sol y buen aire? Los mirábamos con sorna condescendiente, sin saber que cuando las barbas de tu vecino veas cortar…
Las mascarillas se introdujeron en nuestras vidas y, probablemente, pase lo que pase, llegaron para quedarse. Las hemos asumido, como otras muchas cosas más en la pandemia . No fue fácil acostumbrarse: nos faltaba el aire, nos dolían las orejas, se nos empañaban las gafas, se nos secaban los ojos, hasta se avisaba de sus perjuicios para la piel y se aventuraba la aparición de arrugas.
Después fuimos conscientes de las consecuencias que traía llevar oculta la mitad de la cara. De un día para otro, perdimos la expresividad facial y la información que de ella recibimos en la comunicación no verbal . Solo los ojos se tuvieron que hacer cargo de toda la expresión del rostro. Pronto supimos que nos teníamos que acostumbrar a decir con palabras lo que los gestos escondían tras las mascarillas, alegrías, enfados o sorpresas.
¡Cuánto han ocultado, cuánto nos hemos perdido! Besos lanzados, labios fruncidos, tal vez mordidos, la comisura entristecida, boquitas de piñón, sonrisas secretas… Pero nos han evitado saber si alguien nos enseñó los dientes o si por la boca murió algún pez , o no ver las malas lenguas ni las viperinas.
Es posible que nos cueste reconocer a quienes solo hemos contemplado con la cara medio tapada. Habrá quien se alegre de despojarse, por fin, de este engorro . Otros, más seguros tras ella, no querrán desecharla. Todos ahora tendremos que aprender de nuevo a ir a cara descubierta, a ponernos un punto en la boca y a cerrarla para que no nos entren moscas .
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