PRETÉRITO IMPERFECTO

Marca «Córdoba»

Con observar a este cogobierno y su plan turístico es suficiente para fijar la marca «Córdoba»

Isabel Ambrosio saluda a Pedro García en un Pleno del Ayuntamiento de Córdoba VALERIO MERINO
Francisco Poyato

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Anda la Universidad de Córdoba enfrascada con otras instituciones y entidades en un proyecto de búsqueda y mejora de la marca «Córdoba» . Hemos conocido los primeros resultados a partir de un sondeo que no arroja grandes sorpresas sobre las etiquetas que pudiéramos acertar a fijar a bote pronto. Fortalezas y debilidades que dirían los economistas. Lo más valorado en la percepción externa: turismo y patrimonio. El análisis ha llegado en el momento más óptimo. Cuando la marca «Córdoba» realmente ha alcanzado su punto de ebullición o la cima del suflé que vive.

No hay que engañarse por mucho que nos queramos: ahora mismo el ticket de esta ciudad lo representa un Ayuntamiento que quiere vetar la llegada de hoteles y apartamentos turísticos porque son el demonio del casco histórico, su devorador poblacional, el veneno que generará el desierto más grande Patrimonio de la Humanidad . Cómo podemos llegar a ser tan ilusos y pensar que la falta de aparcamientos, accesibilidad, facilidades para promover y construir viviendas, equipamientos, servicios e incentivos pueden ser los factores que más están incidiendo, o la falta de relevo generacional, en esa mal llamada gentrificación.

Prohibir es uno de los verbos que más se ha conjugado desde que doña María Isabel Ambrosio recaló en modo zen por los pasillos de Capitulares y por colleras con el tal García . A falta de ideas, han venido copiando lo mejor de sus arcadias políticas, subestimando los valores, las necesidades y los pilares reales de una ciudad a la que primero había que rescatar, luego cambiar, pero, finalmente, pareciera que se quieren cargar. Qué mejor punto de partida para crear una marca que la observación estos días de un cogobierno al que le ha dado un ataque de seguridad jurídica a tiempo, después de haber estado tres años generando, día sí y día también, el peor clima posible de inseguridad y desconfianza (Cosmos, Rabanales Plaza, veladores, Mezquita-Catedral, veto a los toros, el atasco de proyectos y la «burrocracia»,...) para invertir, generar riqueza, actividad, empleo y permitir que vayamos abandonando los tradicionales ranking negros que nos persiguen desde hace décadas.

Si usted es turista y está leyendo esta columna tiéntase las ropas porque hay un señor en el Ayuntamiento de Córdoba y cierta camarilla detrás que no lo ven con buenos ojos, e incluso me atrevería a decir que lo consideran un individuo poco recomendable, y le van a estar vigilando desde el movimiento ciudadano (cual comisarios de cuadras al modo caribeño), si le ha dado por alquilar un apartamento turístico, un piso o contratar una noche de hotel en la Judería; y ya no digamos ir a comer a uno de esos sitios de pijos que le ponen a todo el apellido «gourmet» o poner una reclamación porque a partir de las tres de la tarde empiezan a quitarse las calles del Centro histórico.

Y aunque el Instituto Nacional de Estadística diga que la capital cordobesa no está ni de largo entre las ciudades patrimoniales más saturadas de turistas (al año, tres visitantes por cordobés de bien, frente a los nueve que se dan en Santiago), la sensación que estos ínclitos regidores están creando es que para llegar desde las Tendillas al bar Santos a tomarse una cuña de la mejor tortilla del mundo, o cruzar la Ajerquía desde la Corredera se debe atravesar una colérica bulla de pernoctadores incívicos. Estamos tardando, en verdad, en aplicar la tasa turística. Qué menos que pagar por el daño causado a una urbe que colecciona pines de la Unesco con una facilidad pasmosa, un equívoco, en esta tesitura, pues es un señuelo para todos estos perversos moradores de fin de semana que vienen a destrozar el Casco... Y como no le pongamos coto, hasta Majaneque.

Marca «Córdoba»

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