REPORTAJE
El maratón de Nueva York de un diabético de Montilla con sesenta años
Tomás corre la distancia de Filípides con una bomba de insulina a cuestas: este domingo hizo con éxito la Behovia-San Sebastián
«CORRO, luego existo». Tomás Rodas Sánchez, un montillano de sesenta años con diabetes, se tomó en serio la frase de Haruki Murakami en su ya célebre «De qué hablo cuando hablo de correr». El suyo fue un diagnóstico tardío, o no tanto a tenor de las últimas pautas de comportamiento de esta enfermedad crónica. «Me enteré de lo que me pasaba a los cincuenta años, hace diez. Nunca te esperas que te vaya a ocurrir esto», explica este profesor de Educación Física del ciclo de Primaria recién retirado de las aulas. Cuenta su historia por teléfono en la sala de embarque del aeropuerto de Guipúzcoa, donde espera el avión que lo traiga a casa después de haber corrido, el pasado domingo, la mítica carrera Behovia-San Sebastián, de veinte kilómetros, uno menos que el medio maratón canónico.
«Hice tres horas con cuarenta en Nueva York, más de lo que esperaba: se me rompió la bomba de insulina»
«Por ser coherente con mi profesión siempre he tratado de estar en forma, de cuidarme. Cuando me vi con el problema de la diabetes tuve que hacer un parón en las competiciones, en las carreras que ha sido siempre lo que me ha gustado, pero pronto comprendí que tenía que seguir adelante. Para ello fue fundamental entrar en contacto con atletas populares con diabetes, con sus clubes, que me animaron», explica quien cubrió la distancia de Filípides en Nueva York con la camiseta de la Asociación de Diabéticos de Córdoba (Adicor).
«Hice tres horas y cuarenta minutos, más de lo que esperaba, y porque se me rompió la bomba de insulina y me tenía que parar cada cinco kilómetros para hacerme el control de glucosa. Pero llegué. Eso es lo importe: creo que los tiempos son lo de menos, porque correr un maratón es heroico siempre», añade.
El deporte fue la tabla de salvación, o una de ellas, de Tomás. «La diabetes se presentó en principio con una posible opción de tipo 2 pero que al final dio la cara como diabetes tipo 1 enmascarada en la diabetes del adulto, como es llamada, y que responde a las siglas LADA».
¿Qué pensó él cuando le dieron la noticia? «Al principio se te viene el mundo abajo, eso es lógico, pasas a tener muchísimas dudas, hay mucha incertidumbre, estás desorientado», confiesa. «Hasta que te das cuenta de que lo importante es que la diabetes se adapte a tu vida y no al revés: Me agarré al deporte: corredores diabéticos me enseñaron el camino». El suyo lo marca la meta de cada carrera en la que participa.
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