CULTURA
Manuel Álvarez Ortega, el poeta que debuta en su Córdoba natal como pintor
El Museo de Bellas Artes acoge las obras del artista, que nunca expuso en vida
No es la primera vez que alguien tiene que morirse para que el mundo, y en particular la ciudad que lo vio nacer, reparen en su existencia, sepan incluso que existió y comiencen a percibir por qué motivos tendrían que haberlo conocido. En el caso de Manuel Álvarez Ortega (Córdoba, 1923-Madrid, 2014) algo tuvo que ver su propia postura. Se refugió en la capital de España, donde realizó una obra poética de gran personalidad y trabajó también como traductor de poesía francesa, y en ambos sectores tuvo el aplauso de los amantes de las letras.
Justo después de su muerte es cuando ha comenzado su vuelta a Córdoba, ya que legó todo su patrimonio a la ciudad en su testamento, y aquí se han hecho congresos sobre su obra con destacados especialistas. Se ha hablado de literatura , pero ahora se habla también de pintura, porque entre su patrimonio abundaban las artes plásticas, propias y ajenas. Manuel Álvarez Ortega nunca dejó de dedicarse a la pintura , pero tampoco expuso nunca su obra.
A eso se dedica la exposición que se puede ver en el Museo de Bellas Artes , y que tiene las obras que el autor realizó y las que coleccionó de los demás. Están en depósito en este centro cultural. Abundan las primeras, hechas casi siempre sobre papel y con técnicas y estilos muy distintos. Aparecen varios bodegones , aunque con una pincelada muy suelta y sin contornos , de forma que los elementos están definidos por el color, más que por el dibujo. Tiene también algunas obras tituladas «Tauromaquia» , un tema constante en el arte español, pero que necesitan de este nombre para entenderse como obras sobre la fiesta.
Manuel Álvarez Ortega llega por ahí a «Venecia de noche» , en uno de sus viajes, y después su pintura se hace abstracta y opta por los colores y por la combinación de tonalidades puras y completas. En esta ocasión el pintor utiliza el cartón para sus obras, y lo hace antes de volver a una cierta figuración algo más clásica, pero también desde un punto de vista personal. Así aparece un paisaje de ciudad en que no se nombra a Córdoba, pero en el que no cuesta intuir los pilares del Puente Romano al caer la tarde, igual que otro similar parece de los molinos del Guadalquivir.
Una serie de paisajes desérticos de inspiración poética y sugerente dan paso a partir de entonces a obras de otros autores. Mario López , como él mismo, fue antes poeta que pintor, pero quien sí fue pintor a tiempo completo, y muy reconocido en Córdoba, fue Rafael Álvarez Ortega , del que se aportan algunas obras, como un autorretrato.
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