Manolito gafotas, en Córdoba

Manolito Gafotas es un niño simpático y sagaz, pero no deja de ser eso: un niño. Desde su mirada miope, a través de sus espléndidas gafas, se fija en el mundo, en la sociedad que le rodea y en las relaciones familiares entre otros tantos asuntos. Hablamos del personaje de Elvira Lindo, ese que protagonizara algunos libros de amplia difusión entre una generación de jóvenes españoles que han sonreído con las ocurrencias y la osadía del rapaz.

Manolito, en cuya manera de pensar detectamos un cierto distanciamiento de la inocencia, daba fuerza a sus argumentos profiriendo su consabida expresión «científicos del mundo mundial» cuando quería dotar de elevación a sus observaciones apoyándose en tan conspicuas personas.

Pues bien, también en Córdoba, y a vueltas con la tontuna de la expropiación de la Mezquita Catedral que promueve una plataforma de cuyo nombre no puedo acordarme, tenemos a nuestro propio y singular Manolito. A diferencia del avispado niño de Carabanchel Alto (el de Elvira Lindo), el Manolito cordobés resulta algo más atolondrado. Se llama Eduardo Manzano y es investigador del CSIC y experto en Al Andalus (uno de los muchos que hay, que no es que sea él el que más sabe).

Nuestro Manolito-Eduardo ha tirado de intención y ha hecho que un centenar de «científicos del mundo mundial» apoyen su documento para defender no sé qué de expropiar la Catedral de Córdoba. Con esa «inocente mala leche» tengo para mí que está haciendo perder el tiempo a los «científicos del mundo mundial» con una cuestión baladí que no importa a nadie; pero en fin, allá cada sabio con su tiempo.

Llama la atención que la nómina de «científicos del mundo mundial» (expertos en Historia, no en Derecho, ojo al dato) está plagada de elementos de izquierda y de altos cargos del PSOE e IU; ¡acabáramos Manolito-Eduardo!, ¡tú lo que nos traes es un rancio contubernio anticlerical!… Pues para ser expertos en Historia ya podíais girar la cabeza para atrás (sólo un poquito) y rememorar aquellos sucios años 30 anticlericales que tanto mal nos hicieron a todos.

Y también tenemos a algún que otro egregio marroquí abajofirmante, miembro de una asociación de estudios andalusíes, que no parece que sea precisamente experto en el barroco europeo y cuyos íntimos deseos todos podemos adivinar. Uhm…

Están las cosas, con los islamistas reivindicado Al Ándalus (y la Mezquita de Córdoba como su símbolo), como para andar jugando con nitroglicerina. No tuvimos bastante con el felón conde don Julián para que ahora vengan estos «científicos del mundo mundial» a colocar las alfombras a las puertas de la Mezquita Catedral.

Ya que en su «inocente mala leche» infantil poco entienden, se lo diré así: Aburrís con este «rollo repollo»; esa es la «verdad verdadera» (que diría Manolito).