El dedo en el ojo
Las manifas de los ofendiditos
Como su vida es un videojuego se han echado a la calle para subir de nivel en el mismo

Cuando a la escueta formación que la Logse y sus derivadas han procurado a varias generaciones se le une esa afición desmedida por los videojuegos y los mundos virtuales que se confunden con la realidad, solo podía obtenerse como resultado un subproducto ... ético e intelectual. La generación «copo de nieve» , esa legión de milennials que constituye la capa social de los «ofendiditos» y que se caracteriza por su palmaria fragilidad para tolerar la realidad si ésta no se adapta sus estúpidas «necesidades», ha salido a manifestarse y a quemar las calles para protestar contra unos resultados electorales en Andalucía que no encajan en su mundo de fantasía . Igual que muchos de sus mayores que habitan el mismo Matrix.
Estos seres débiles, consentidos y caprichosos que viven una vida regalada donde el esfuerzo y el trabajo solo son propuestas reaccionarias que desentonan con su entorno psicológico de fantasía, protestan ahora porque el fascismo ha venido para quedarse (!). Ni que decir tiene que difícilmente podrían estos tardoadolescentes definir mínimamente esa ideología totalitaria , aunque da lo mismo. Lo importante para toda esta caterva «snowflake» es que la realidad no deja de ser una imposición capitalista que viene a estropear las utopías y las fantasías animadas de ayer y hoy.
Viendo sus caritas el otro día cuando se manifestaban en Córdoba hasta inspiraban ternura: sus consignas, sus soflamas, sus desafíos y su descaro solo pueden comprenderse desde el marco de la psicología evolutiva y echando mano del perfil sociológico de estos «blanditos» que lloran mucho cuando se les quita el chupete.
Cuando eran niños solo molestaban con sus llantos quejicas cuando se les quitaba el juguete. Sus papás, para no enfadarlos, se lo devolvían rápidamente para no prolongar el llanto y el sufrimiento, razón por la que criaron unos enclenques sin capacidad para la frustración . Pero el problema lo tenemos ahora encima cuando ya son talluditos, porque cuando se les quita el juguete del progresismo y los regalitos derivados del mismo no solo lloran sino que amenazan (y lo consiguen algunas veces) con quemar las calles .
Como tan aficionada es esta generación a los videojuegos, los chicos «quemacalles» del antifascismo (estudiantes con paga que papá y mamá les dispensan para que jueguen a sus cosas y con beca que todos les pagamos para que hagan de las suyas) creen que la vida es eso, un videojuego . Y por eso salen a las calles a increpar a ideologías que no les gustan porque «le hacen pupa», por más que hayan venido de la mano de unas elecciones democráticas. Pero claro, es que explicarle a algunos lo que es la democracia da una pereza que te rilas cuando quien tienes enfrente es un tío con barba de casi dos metros de altura. Como su vida, decíamos, es un videojuego, se han echado a la calle para subir de nivel en el mismo. Si en las primeras fases del juego virtual la tarea era fácil y no pasaba de ser capaz de ponerse un imperdible en la oreja y pegar carteles con soflama en la «facu», hoy el siguiente nivel consiste en salir a la calle a enfrentarse a la sociedad. Estos chicos y chicas, víctimas de sí mismos y de la sociedad que los ha convertido en esos monstruos , son jaleados por sus mayores y por los medios de comunicación que viven en esa misma realidad paralela. A esos sí habría que pedirles cuentas. Los ofendiditos no dejarán de molestar con su llantina porque es lo que nos viene fruto de una educación blandita y consentidora de veleidades . Intentar explicar las cosas de otro modo es tarea inane.
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