Pretérito Imperfecto
Las madres del Whatsapp
Este clan galáico, jíbaro y tóxico es el epítome de la educación de hoy, donde la tiranía de casa se extrapola al aula
Imagino que la profesora del instituto de El Viso que ha sido absuelta por dos veces de la acusación que pesaba sobre ella por presunto trato vejatorio a varios alumnos respirará en estos momentos más tranquila en su casa. Y estoy seguro que los grupos de whatsapp de los padres de ese centro echarán humo ya difundiendo la noticia que limpia el honor de esta docente tras unos años que habrán sido un calvario. Como ya hicieron cuando se alumbraba un negro horizonte de rumores, acusaciones y prejuicios en los albores de la causa.
Al igual que los diferentes sindicatos de enseñanza, que han colapsado literalmente el correo electrónico de esta Redacción para salir a defender con este caso -se ve que no había afiliación de por medio que justificara el quite- una profesión mancillada hasta extremos insospechados cada día, y a la que todos los poderes públicos han situado, por acción u omisión, a los pies de una sociedad sobreprotectora y tirana, como un calco de la educación que se practica hoy en muchos hogares; y lo peor, construyendo una especie de enseñanza a la carta donde el cliente siempre tiene la razón.
Porque es más productivo que luego te voten los cincuenta padres de una clase que no la familia de los tres o cuatro docentes de esa misma clase de Primaria. Cuestión de aritmética, no de principios y escuela. Gana el que más rédito electoral saca de sus decisiones, no el que más rédito social saca a sus decisiones . Y en estos casos, ya se sabe que la educación es la que viene perdiendo en los últimos tiempos de manera humillante, en algunos casos. En esa nebulosa de falacias lingüísticas, la coeducación es el señuelo por el que luego te meten la ideología por la trasera del colegio sin que te percates.
Las madres del Whatsapp son el epítome del sistema hoy en día . Estirpe aparte. Clan galáico a la par que jíbaro y tóxico; lobby injerente, no complementario, a fuego tatuado, de infinita utilidad para la Administración educativa que las necesita a la vez que las denosta . Un muro de contención para la cúpula dirigente a costa de la estabilidad del claustro de un centro para evitar tener todos los días a la puerta del despacho oficial a estas incólumes (también los padres, no me malinterpreten) expertas en pedagogía que imponen al educador cómo tiene que enseñar al hijo al que, probablemente, no son capacesde educar en su propia casa.
Me recuerdan a esos vecinos que ejercen de fuerzas parapolíticas en una ciudad sin que nadie les haya votado. A los que hay que consultarle dónde se pone hasta la última farola, y sobre los que la clase dirigente, a la que sí hemos votado, hace una clara dejación de funciones para evitar que sus errores tengan un impacto mayor del que su suerte hallaría sin la red de estos «empoderados» líderes de la participación ciudadana (auténtica paradoja y reiteración, pues la condición de ciudadano ya nos hace partícipes del devenir público). Y a mí, como a usted, a buen seguro, jamás le han preguntado dónde se pone la farola.
La escuela es la única instancia que no ha salido del confinamiento y se enfrenta a su segunda reinvención en pocos meses. La primera, la improvisada virtualmente desde casa este tiempo atrás gracias al esfuerzo de los docentes y la mayoría de los padres sensatos. La segunda, la que ha de venir en septiembre y que obliga con los medios muy justos a sacar de la chistera otra escuela presencial. Pero no se preocupen, porque como rula por los grupos de Whatsapp, «es que los maestros tienen muchas vacaciones». Volverán descansaditos.