Solidaridad
Madre del Redentor, la casa de Córdoba con techo, comida y capacidad de meterse en el pellejo ajeno
La instituciónatendida por Cáritas cumple veinte años redoblando esfuerzos entre trabajadores y voluntarios para atender las necesidades físicas y psicológicas de las personas que se encuentran sin hogar
La casa Madre del Redentor acoge a más de 10.000 personas en 20 años
Dicen el director y los trabajadores de la casa Madre del Redentor que lo fundamental con las personas que llegan en situación estar sin hogar es ponerse en su pellejo . No pensar en resolverles la vida, sino en acompañarlos en el proceso para salir de la situación a la que han llegado. Dice Manuel Sánchez Chacón , que fue uno de los residentes, que lo que más valora del trato que se le dio allí fue «la comprensión». «Todo el personal intenta ponerse en tu pellejo. No lo logran, pero sí que tienen una idea aproximada», advierte. Parece que el objetivo se logró.
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Ambos lados, el de quienes atienden y el de quienes llegan pidiendo ayuda , suman sus voces para hablar de esta institución de la Diócesis de Córdoba, gestionada por Cáritas ,que cumple en estos días veinte años enfocada para atender a lo que en su época fundacional se llamaban transeúntes y ahora son personas que están en situación sin hogar. La impulsó en el año 2000 el entonces obispo, Javier Martínez , como obra del Gran Jubileo de aquel año, y se puso en marcha en el otoño de 2001. Más de 10.000 personas han pasado por allí en estas dos décadas.
Manuel Sánchez Chacón, 'Lolo', llevaba dos años viviendo en la calle cuando una asistente social que lo conocía del lugar en que aparcaba coches le invitó a un café y le planteó salir de aquella situación a la que le había llevado el alcoholismo . Había perdido su trabajo, a su familia y su casa. «Yo llegué destrozado. No te das cuenta en ese momento de lo destrozado que estás, porque llegas desconfiado, sin amigos, sin saber convivir. Estaba acostumbrado a que alguien me echase algo o a que me dieran una paliza », recuerda. Y en la casa Madre del Redentor empezó su recuperación.
Allí lo recibió gente como María Calleja Latorre , trabajadora social que está al cargo de toda la acción que se realiza en la casa con las personas que llegan.
María Calleja, trabajadora social: «No venimos a resolver la vida de nadie desde arriba. Debemos respetar su libertad y dignidad»
Hoy la lista de espera es bastante grande, porque no hay demasiados recursos, y quien llega hasta las puertas para entrar es una persona que «llega angustiada, cansada, con poca esperanza ». «Intentamos hacer un acogida para que esté en un sitio amable, hospitalario, donde se le va a escuchar. En la primera entrevista hay que fomentar lazos de confianza. La idea es pararnos, escuchar a la persona, ver qué necesita », resume.
También sabe lo que no hay que hacer, y es adoptar una posición de superioridad o de pretender que los internos han de hacer lo que los trabajadores tienen en la cabeza que deben hacer con su vida. Los posibles prejuicios hay que dejarnos a un lado. «No desde arriba, desde un nivel de superioridad, porque no vamos a resolver la vida de nadie. Vamos a acompañar a la persona en un momento complicado. Si lo hacemos bien, vamos a sumar; si no, podemos restar», explica. La responsabilidad es grande, porque hay que caminar de forma que se respeten la libertad y la dignidad : «Siempre digo que si me equivoco, me lo digan».
El tiempo que necesite para recuperarse dependerá de cada una, pero depende sobre todo de algo que Lolo también deja caer: la confianza. Los que llegan la han perdido. Dice María Calleja que han ido dejado a gente por el camino, perdida por sus sucesivos problemas, y cuando se les acercan con la buena intención de ayudar , temen que también en algún momento se vayan y vuelvan a quedarse solos.
José Luis Rodríguez Guirao , director de la casa desde 2014, habla también de comprensión con los que llegan y se refiere a la dificultad para atender a todo el mundo que pide ayuda. La casa Madre del Redentor puede acoger durante todo el día a cuarenta personas , pero llegan muchas más hasta sus puertas. «Desgraciadamente no se puede atender a todos, pero es que la falta de ayudas hace que muchos tengan que pasar mucho tiempo aquí», se lamenta.
José Luis Rodríguez, director: «El tiempo de estancia se eterniza. No hay recursos ni trabajo y no es fácil conseguir vivienda»
La persona que llegue hasta allí debe curarse de sus problemas y adicciones , si los tiene, y a partir de ahí emprender el camino para volver a ser independiente. Buscar empleo en Córdoba es difícil. «Incluso cuando la persona consigue una ayuda económica para sobrevivir, que no es más que de 400 euros , es difícil mantener una vivienda y poder desarrollarte como persona», asegura.
En los inicios, cuando se hablaba de transeúntes, había personas que podían pasar en la casa tres, cinco o siete días. Hoy el director cree que la situación es distinta, pero también piensa que en ese tiempo era imposible poder ayudar demasiado . La trabajadora social habla de estancias que se prolongan durante dos años.
Tramitar un ingreso mínimo vital es una gestión que puede ser eterna, pero encontrar un lugar en que vivir puede ser una calvario, porque el parque de vivienda social es muy pequeño y encontrar un piso de alquiler, o una simple habitación, puede suponer un esfuerzo económico que las personas que acaban de salir de esa situación no siempre pueden hacer. Lo corrobora luego María Calleja, la trabajadora social: «Hay gente que aquí ha podido ahorrar bastante , porque ha tenido trabajo o ha recibido dinero, pero después no ha conseguido encontrar una vivienda».
Los que trabajan en la casa Madre del Redentor coinciden e insisten en que no es el lugar al que uno pueda ir sólo a ganar una nómina a final de mes. Es necesaria una implicación que pasa por encontrar soluciones : «Aquí hay que inventar todos los días. Los que creemos decimos que Dios proveerá. Si no, nos podríamos venir».
Manuel Sánchez Chacón, antiguo residente: «Llegué después de dos años viviendo en la calle y con alcoholismo y estaba destrozado»
En la casa Madre del Redentor trabajan nueve técnicos y tres profesionales más para limpieza y mantenimiento, pero no podría seguir sin su equipo de voluntarios , que son unos 70, y que son los que pisan la calle para conocer a quienes viven en ella y para llevarles algo que les consuele si es que por el momento no hay sitio para ellos dentro. Cáritas Diocesana de Córdoba , el Cabildo y las aportaciones públicas sostienen su funcionamiento y presupuesto.
Los que llegan hasta esta casa del barrio de la Fuensanta suelen ser hombres, de entre 45 y 60 años , y de origen español, explica María Calleja. Casi siempre vienen padeciendo un desempleo de larga duracion y tienen problemas de salud mental y de consumo de sustancias, en ciertos casos. También los hay que padecen discapacidades reconocidas.
Eso sí, se muestra preocupada ante el hecho de que cada vez lleguen más mujeres, y mujeres jóvenes , en bastantes casos. Antes era más difícil que cayeran en esta situación y ahora se ve mucho más.
José Luis Rodríguez Guirao afirma que es un trabajo « gratificante, pero también duro », y María Calleja asegura que lo que se consigue al ayudar a los demás no puede medirse en términos de éxito o fracaso. «Creo que esto es necesario, complemente necesario. Ninguna de las personas ha salido de aquí es peor de lo que estaba. Por muy poco que se pudiera, la persona sentir que cuando nada había a tu alrededor, aquí sí. Independientemente de la hora que fuese. Eso pretendemos. Cuando no tienes nada y a nadie, el poder saber que hay un sitio donde poder llamar a una puerta », defiende.
De eso sabe también Hassan El Makjour , que salió de su casa a los 14 años para terminar en un centro de menores en Melilla. De allí llegó a Córdoba y vivió durante tres meses en la zona del Arenal, en la s casetas de la Feria , hasta que consiguió entrar en la Casa Madre del Redentor. Allí estuvo un año, a partir de diciembre de 2019, así que vivió la época del confinamiento.
Los cursos le han ayudado y ahora, a sus veinte años, vive en un piso con una asociación y trabaja como camarero en un bar. También ha tenido ayuda de la Fundación Proyecto Don Bosco . Ha salido, como salió Manuel Sánchez Chacón, que sigue rehaciendo su vida y que se siente «muy orgulloso» de lo que ha conseguido.