LEYENDA

Una madre fantasmal en la Mezquita-Catedral

Algunos testimonios hablan de una misteriosa presencia que correspondería a una dama medieval

Naves y capillas de la Mezquita-Catedral VALERIO MERINO

LUIS MIRANDA

Serían las tres de la madrugada. Un vigilante nocturno hacía una ronda por la Mezquita-Catedral, cuenta José Manuel Morales Gajete en su libro «Enigmas y misterios de Córdoba» , que acaba de publicar Almuzara . No era una persona sugestionable, pues llevaba muchos años haciendo el trabajo, pero de pronto empezó a notar como si alguien le siguiera muy de cerca. Llegó a escuchar su respiración a poca distancia y se estremeció. ¿Un fantasma en el gran monumento de Córdoba?

Diego lo contó así a José Manuel Morales y no era el primero . Otro compañero, en una ronda nocturna , vio algo moverse, pero en un primer momento no detectó a nadie . Tardó poco en ver una sombra que surgía como de la nada y que, tras caminar hacia él, se desvanecía tan misteriosamente como había surgido. Varios vigilantes de la Mezquita-Catedral cuentan haber visto luces extrañas y la figura de una dama con un vestido largo que camina diez centímetros por encima del suelo.

Un camino

Su ruta es casi siempre igual, porque rodea el altar mayor y desaparece junto a la misma capilla , allí donde está enterrado Enrique de Castilla y Sousa , que murió en el siglo XIV. ¿A quién correspondería esta legendaria presencia? Para José Manuel Morales, sería doña Juana de Sousa , una noble cordobesa que fue amante del rey Enrique II de Castilla , llamado «El Magnífico», con quien compartió lecho durante diez años en el Alcázar. Tuvieron un hijo , Enrique de Castilla y Sosua, que nació en 1378.

Como no era extraño, el Rey terminó por dejar a doña Juana por otra dama y a su hijo bastardo le dio los títulos de Duque de Medina Sidonia y conde de Cabra , además de un palacio en la casa número 13 de la calle que hoy se llama Rey Heredia. A su antigua amante le buscó un marido rico, como era costumbre, pero ella lo rechazó y vivió sólo para su hijo. La desgracia todavía no había terminado con ella, porque Enrique de Castilla murió joven, en 1404 .

El hijo de doña Juana murió joven y el dolor terminó por transtornar a su madre

El dolor de la madre fue tan grande que según sus contemporáneos perdió la cordura y hasta estuvo varios días encerrada con el cadáver de su hijo. Se le enterró en la Mezquita-Catedral y ella pidió al Cabildo tener una habitación cerca de la tumba , a la izquierda del altar mayor. Se sabía que por las noches deambulaba sin rumbo fijo por el templo y la leyenda y ciertos testimonios insisten en que, seis siglos después, sigue haciéndolo. Como dice José Manuel Morales en el libro, ¿será que doña Juana continúa buscando a su hijo para darle un maternal beso de despedida?

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