José Javier Amorós - Pasar el rato
La voz de la madre
Para defender la vida tiene Adevida que buscarse la vida, ea, las cosas de la vida; pero mejor para esta iniciativa
Impedir que nazca un niño es privarle de oír la voz de su madre, el sonido primero y más hermoso que escuchará en su vida y en su muerte, el más dulce, el más suave, el más armonioso. Ningún nocturno, sonata, balada, sinfonía, nada puede compararse a ese «ea, ea, ea, mi niño, ea», interpretado por el instrumento más melodioso de la historia del hombre sobre la tierra: la voz de su madre. Impedir que un niño, pacíficamente instalado en el vestíbulo del vientre materno, pueda llegar al auditorio para aplaudir con sus manitas aún descoordinadas esa pieza musical única, distinta en cada compositora, es arrebatarle el más fundamental de los derechos fundamentales. Es más que un crimen, es la negación de la belleza; y sin la belleza, la vida del hombre queda reducida a un recorrido por sus intestinos, que termina en el tanatorio. La voz de la madre pertenece a las bellas artes, y en los primeros años, las reúne y las resume a todas.
El niño se instala en el mundo mediante el lenguaje, y su primera palabra es la palabra de la madre . En el principio fue la palabra de la madre. La madre convence, la madre cautiva, la madre cura con la palabra, porque su elocuencia viene del corazón. A la lengua que aprendemos de niño, y que nos marcará para siempre, se la conoce como lengua materna, la lengua de la madre. En ella tiene más importancia el sonido que el sentido, es más expresiva la música que la letra. ¿Acaso no sucede lo mismo en la vida adulta, cómo suena lo que se dice? La madre acaricia al niño con la voz, le habla, le canta, le susurra, y el niño se calma. El niño siente a la madre cuando le habla, aunque no entienda todavía el lenguaje, y llevará su voz con él hasta el último día, lo mismo que la madre lo llevó antes a él. La madre acuna al niño con las inflexiones de su voz, le llena el alma chica de esa música que la especie ha puesto en la garganta de todas las madres, y que únicamente los más pequeños pueden oír. Crecemos, no siempre para mejor, tantas veces sólo en edad, pero aquella melodía primera permanece guardada en nuestro fondo más puro, y nos llama para que volvamos a ella en los malos momentos, porque es la canción de cuna de la bondad, de la belleza, que nos devuelve la inocencia.
Hace treinta años nació en Córdoba una organización para la vida, que se llama Adevida . Ayuda a mujeres que están en dificultades por su embarazo. Ayuda a que los niños en expectativa de destino no terminen su carrera en la antesala, y puedan llegar, alborotados y felices, a escuchar la voz de su madre, a oír un concierto de palabras de amor, palabras. Para defender la vida tiene Adevida que buscarse la vida, ea, las cosas de la vida. Parece que el poder local no muestra interés por esta iniciativa, pues mejor para la iniciativa. Cuando a mi querido y recordado Luis Rosales le dieron el premio Cervantes, dijo en su discurso de aceptación que «la política corrompe, sólo la poesía salva». Es preferible que Adevida busque la ayuda de los poetas, teniendo en cuenta los poetas que no sólo de sonetos vive la mujer embarazada.
La madre no se pertenece a sí misma, sino al hijo , y eso es lo que le comunica con la primera palabra. La verdadera patria de un hombre es su madre.