Verso suelto
Amor oxidable
La eternidad dura cinco minutos antes de que la piel que se adoraba pase a ser recuerdo del aborrecimiento o el desengaño
Los chaparrones, el relente, la vecindad del Guadalquivir y los baños de sol inclemente quizá terminen algún día de borrar los nombres que están escritos en los candados . Córdoba no tiene un puente metálico como los de París o Sevilla para dejar allí el abrazo entre los metales como promesa de que el amor durará tanto como el acero inoxidable , pero el fondo del río, o más bien las ciénagas de vegetación desaforada, han recibido ya muchas llaves de candados que se han quedado sujetos a los barandales de la Ribera como testimonios de un amor del que quizá ya sólo quede un cierre al que no se quiere mirar cuando se pasa para no llenarse la boca de acre desamor.
La Ribera de Córdoba fue, hasta que llegaron los coches y luego los paseos en bicicleta y los corredores con prendas reflectantes, un lugar para el encuentro de los enamorados , y más si eran furtivos. Su presencia era fugaz y buscaban la sombra de los árboles, las noches sin luna y los puntos en que fallaban las farolas de gas para escapar de las miradas estrechas de escándalo o de envidia, hasta que llegara el día en que no hubiera que esconderse. Ahora el amor chilla tan pertinaz como un candado cerrado y sin llave, pero la eternidad le dura cinco minutos antes de que la piel que antes se adoraba pase a ser recuerdo del aborrecimiento o el desengaño. Cuando pienso en todo lo que han de estar hasta que alguien llegue con una cizalla bien fuerte me acuerdo de los versos desengañados de Pablo García Baena : «La mermelada duró más que el amor. No tendré que bajar ya por la confitura». No me imagino a las parejas que pusieron en Instagram la fotografía peleando con los operarios de Sadeco para que no se lleven los restos de su amor eterno a un punto limpio.
La misma era que sienta en el trono a los cambios y a lo relativo eleva monumentos a lo que quiere ser eterno y en realidad dura cinco minutos. Los principios de la política se disuelven en el aire a los pocos días de pronunciarse, la amistad no sobrevive a las losas que salpican agua de lluvia todos los días y el amor lleno de emoticonos se olvida en cuanto hay otro cuerpo que se pone a tiro y se piensa en lo corta que es la juventud. Sólo quedan unos candados oxidables por mucho que se diga, hablando del pasado al lado de un río en que nadie podrá bañarse dos veces.
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