La Graílla
La variante Ikea
El Covid ha pasado al modo autoservicio: uno se diagnostica, trata, confina y da al alta
Igual que hay tiendas donde el propio cliente coge los melocotones y se los pesa y lo mismo que casi todas las gasolineras le dan al que llega el privilegio de tomar la manguera y llenarse el depósito personalmente, el famoso coronavirus-que-esta-aquí-para-quedarse ha creado la novedad de la enfermedad autosuficiente . Uno mismo se la diagnostica , se impone el confinamiento , se toma las pastillitas por si le duele un poco la cabeza y se da el alta cuando puede salir de casa.
Hasta hace un par de años una enfermedad empezaba por los síntomas y por la sospecha de que algo no funcionaba en el cuerpo. Cuando el dolor de tripa no se marchaba, aparecían en la piel manchas extrañas o se perdía peso sin necesidad de dejar de desayunar napolitanas todos los días, alguien reconocía que se sentía mal y buscaba un médico de atención primaria que, si se rebajaba a hacerle caso, daba un diagnóstico pedía pruebas. Desde esta Navidad , cuando ya hay gente capaz de recitar de memoria el alfabeto griego de las variantes del Covid, el coronavirus empieza con una prueba que se compra en la farmacia y con la que una persona puede saber si está sana incluso antes de sospechar que pueda estar enferma. Si la prueba da positivo se tiene que confirmar ; si es negativa y persiste algún síntoma o algún contacto estrecho, todavía hay darse un paseo a las Setas para que un enfermero haga la PCR y escriba la sentencia definitiva.
Los que engrosan la estadística del coronavirus que estos días anda rompiendo techos se van pocas veces a Urgencias o a los hospitales . En Córdoba apenas son 5 de cada cien infectados; los que pasan por Cuidados Intensivos son seis de cada mil. Todos los demás se quedan en casa aislados y muchos, los que saben honradamente que no les pasa nada y no son funcionarios, incluso trabajan desde allí si pueden. A ninguno de estos últimos los ve un médico si es que no se complica la cosa: el Covid ya ha pasado a la variante Ikea en que uno mismo se lo hace todo en casa y se aplica el tratamiento sin que nadie de bata verde o blanca, de esos del aplauso a las ocho de la tarde, tenga que hacer otra cosa que dar algún consejo telefónico al cabo de bastantes días.
Son los días del nuevo confinamiento , en que uno también es cancerbero inflexible de sí mismo . La semana de reclusión en el dormitorio puede hacerse larga, pero siempre está la televisión para ayudar a que uno sea responsable y no vaya por la calle contagiando de esa enfermedad que le dijo que tenía una prueba de la farmacia. Y al final, el autoalta : el positivo ha cumplido la condena, puede recuperar las calles, pedir cita para la tercera dosis de la vacuna y llevar siempre la mascarilla no sea que vuelva a tener que encerrarse en casa sin nadie que trate y que mire.
Esto es avance , digitalización y lucha contra el presentismo. Próximamente en sus pantallas, una aplicación móvil que avise de la hora de comer para que no haya que estar pendiente de saber si se tiene hambre o no.
Noticias relacionadas