Verso suelto

Secuelas culturales

Las creaciones sobre el Covid -19 pueden ser repeticiones de las sabatinas de Pedro Sánchez

Obras en la exposición «Héroes con bata» Valerio Merino
Luis Miranda

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Hay quien se tiene que dar cuenta por un análisis de que pasó el Covid-19 sin un solo síntoma y hay quien tuvo que pasar por el hospital para quitarse la enfermedad de encima. Dicen que hasta los deportistas tienen secuelas y han perdido capacidad en los pulmones, y la ciencia todavía tendá que estudiar mucho a medio y largo plazo, pero quien de verdad puede sufrir mucho serán los ojos de los lectores y de los amantes de la cultura cuando a partir de ya empiecen a salir odas y panegíricos , cuadros de homenaje y composiciones que ensalcen el buen espíritu con que se debe mirar todo lo que todavía no ha terminado de pasar.

No hablo de las ocurrencias divertidas que hacen un poco de crónica social con los días de encierro ni de aquellos retratos que se harán de la España de este tiempo y de la que venga. sé que estas últimas todavía tendrán que tardar, porque la buena literatura se añeja en barricas de roble y ahora deben ir saliendo los frutos de la crisis anterior. Más bien pienso en cosas que pasan como creatividad plástica o escrita y que en realidad, y aunque haya detrás a veces espíritus inquietos, independencia de criterio y talento expresivo, no son más que propaganda. Los premios de poesía, que son el patio trasero en que juegan los funcionarios con la tarde libre, se han llenado ya de títulos con la palabrería posterior al 13 de marzo. La mala poesía es desde hace años un detector de palabras clave , como el SEO que ahora nos ha hecho declarar la guerra a la lengua española. En los años noventa eran las pateras , en la década siguiente los cayucos , que también traían a muchos africanos a España, y más tarde aquellos migrantes o refugiados que terminaron en Lesbos y que tanto juego darían para elegías tremendas que etiquetaban a su autor como poeta comprometido y social.

Ahora el que busque un minuto de atención no tendrá que pensar en lo que sucede, sino que se aprenderá el mensaje oficial y lo repetirá con el eco impostado de una ocurrencia magra. En el Teatro Cómico Principal hay algo que vale la pena y bastantes muestras de paráfrasis plásticas a las extintas sabatinas de Pedro Sánchez . El discurso de los valientes profesionales de la salud que han hecho frente a la enfermedad ya está hecho y sólo hay que tragárselo con agua del grifo para tener el aprobado y quién sabe si algo más de la verdad oficial. No es distinto a los aplausos de todas las tardes en el confinamiento: una bobada que sin embargo evitaba tener que pensar en los medios con que tenían que luchar contra el coronavirus los héroes a los que se aplaudía. Los repartidores, cajeras, reponedores y fruteros no tenían más que alguna bronca ocasional de quien echaba la tarde en la terraza de casa con el sueldo a salvo.

Esto se olvidará como fruto fugaz de unas circunstancias, pero el destrozo en el idioma va a ser más gordo. Se han retorcido palabras para decir lo que no dicen, como desescalada , y se ha hecho todo un glosario de clichés infames para hablar sin pensamiento y decir que el coronavirus está aquí para quedarse o que de esta saldremos más fuertes. Mi favorita es sanitario para hablar de médicos , enfermeros y demás, y que ellos mismos han asumido. Ya sé que está en el diccionario, pero es tan ortopédico que a mí más bien me evoca a un catálogo para el cuarto de baño y me recuerda a un viejo dicho de mi pueblo que ahora refino por demasiado escatológico: «Vida mía, te quiero más que a un buen sanitario en un retortijón».

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