LA GRAÍLLA
La mujer del salón de belleza
No son dignos o indignos los trabajos, sino la actitud con la que se afrontan
TODAS las mañanas la encuentro en la calle Cruz Conde , delante de un establecimiento que ofrece tratamientos de belleza. Cuando ve llegar a una mujer o a un grupo las aborda con sonrisa y voz melodiosa para ofrecer los servicios de la empresa con un buen descuento y dejar tal vez alguna hoja informativa. No siempre la escuchan y rara vez se paran, al menos el rato en que amarro la bici , pero tampoco la he escuchado nunca desfallecer ni ante quienes se hacen las sordas —y yo mismo me lo hago muchas veces con gente que ofrece otras cosas— ni con quienes dicen que ya tienen ese tratamiento de belleza hecho.
Yo me marcho al cabo de un minuto, pero ella seguirá allí toda la mañana con la misma frase, que al fin y al cabo es lo más cómodo para la cabeza, y supongo que si continúa al cabo de tantos meses será porque consigue algo y se gana el sueldo . A veces me ha dado por imaginar lo que hace cuando termina y la veo llegando a casa y desconectando con una buena serie que no le recuerde en absoluto al trabajo, o pasando de marcha las noches de los fines de semana casi hasta que claree entre bailes y risas y olvidada del mundo. Como ella hay muchos más a las puertas de las tiendas y delante de los restaurantes ofreciendo los menús para que los que vayan por la calle se decidan a almorzar ahí.
No les envidio el trabajo, pero sí la disposición y el coraje de afrontar con una sonrisa ancha y mejor ánimo la dificultad de hablar a gente que no siempre escucha. Los que antes eran quejicas o vagos ahora son seres dignos de compasión con muchos derechos, que tienen representantes en las asambleas legistlativas que les pasarán la mano por el lomito con condescendencia y hasta les prometerán pagas, pero el mundo lo levantan estos héroes de lo pequeño que saben que ver diluirse la cuenta corriente o no poder afrontar la hipoteca es mucho peor que hablar solo o perseguir alguna sombra que se hace la sueca.
No son dignos o indignos los trabajos y los empleos, sino la actitud con la que se afrontan, y esa gente que ofrece mil veces hasta conseguir algo lo hace con la cabeza alta y la vergüenza torera que les falta a esos que en algún momento consiguieron una plaza fija en el sector público y se dedicaron a buscar en el convenio cualquier artículo o letra pequeña que les rebajase un poco una carga que tampoco es para matar a nadie. A la mujer que reparte la publicidad del salón de belleza la dejo con su tarea y su empeño mientras me marcho a las concentraciones de quienes cortan un avenida por el cambio de unos días de descanso, de los que dicen que el servicio público se va al garete si a ellos les quitan un plus, de quienes en horas de trabajo se juntan por docenas para quejarse de que faltan plazas por cubrir y ponen el grito en el cielo porque en las salas de los museos han cubierto las bajas co n vigilantes de seguridad , ¡y encima uniformados!