Verso suelto

Medicina Dei

Las ciudades se alejaron de ritos compartidos y tradiciones, pero el sábado habrá una excepción bajo el templete neoclásico

Imagen de San Rafael, custodio de Córdoba, en la iglesia del Juramento Valerio Merino
Luis Miranda

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Este San Rafael de mascarillas y chorreones de gel en que muchos tendrán la tentación de guardar las distancias cuando se acerquen con la cuchara al perol echaremos de menos al gran Vic , que se marchó cuando todavía pensábamos con iluso cinismo que aquello del coronavirus no era más que una gripe A que se marcharía abrasado por el primer azahar. Me río cuando imagino a uno de los compadres de la gorra y la camiseta tomando la temperatura con la pistolita a los que se acercan a por el plato de arroz y a otro con cara de circunstancias: «Cuando terminemos se habrá enfriado».

La suegra miraría torcido a quienes se escaqueasen de lavarse las manos y los perolistas que se hubiesen tomado más medios de la cuenta serían subversivos si invadiesen la parcela (ay, la parcela) de los de al lado. Esos eran los únicos peroles que nos gustaban a muchos, y ahora que las viñetas se quedaron congeladas en un pasado intemporal y sin embargo siempre actual, se han perdido las partidas de dominó con mascarillas y la dificultad para hacer señales al compañero cuando sólo se puede recurrir a los ojos y no a la boca.

Los reportajes contarán una pequeña parte de la intrahistoria de estos peroles, pero nadie podrá decir que en Córdoba habrá cambiado demasiado el día de San Rafael, al menos por ahora que todavía no han llegado las restricciones que promete la J unta de Andalucía si los números siguen acercándose al rojo en los contagios, los muertos y los enfermos en Cuidados Intensivos.

Las ciudades modernas se alejaron de los ritos compartidos , olvidaron sus tradiciones y arrinconaron sus fiestas locales como si fueran el día de la Constitución y el 28 de febrero. Son días de chándal y de calles desiertas hasta el mediodía, de viaje a una casa rural o de comida al sol si es que el tiempo da para eso. Para la mayoría son días sin trabajo y no festivos, porque no se celebra nada especial con aquellos a los que no se conoce, pero con los que se comparte historia y tradición.

Para eso habrá una excepción esa mañana, quizá hacia las diez, hora muy madrugadora para los que habrán aprovechado para dormir el rojo del calendario. Alguien leerá la historia del 7 de mayo de 1578 , cuando un misterioso visitante por fin se desveló ante el padre Andrés de las Roelas , en ese mismo lugar en que ahora se levanta el crucero neoclásico, y le juró «por Jesucristo Crucificado» que era Rafael, «el ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».

No podrán llenar la iglesia quienes otras veces la abarrotaban en la misa más solemne, pero seguro que el resto del día habrá siempre un momento para lavarse las manos, buscar un sitio libre y mirar la presencia gigantesca del Arcángel , que bajo el templete parece esa presencia alada y protectora que cubre con su sombra la ciudad en esta hora atribulada. Por las calles Custodio, Roelas, Arroyo de San Rafael, Santa María de Gracia y Buen Suceso seguirán llegando los que celebran el día de San Rafael como un festivo en el que están unidos muchos de los que comparten la ciudad, los que no pueden ir por vivir lejos, los que se marcharon de esta vida y faltan en este 24 de octubre y hasta los que recibirán el rito en el futuro y lo harán perpetuo. Se disipará alguna vez el Covid-19 , vendrán otras pestes y quedarán quienes todavía vayan a buscar bálsamo inefable en aquel cuyo nombre significa Medicina de Dios .

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