Verso suelto

Mantra transversal

Los políticos reciben el chaparrón, pero las ideas que hay detrás de las exageraciones sobre violencia de género no son suyas

Manifestación contra la violencia de género en Córdoba Rafael Carmona
Luis Miranda

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Cuando estos últimos políticos de Córdoba se han pasado de frenada con lo que llaman violencia de género me han venido a la cabeza los que se excusan de la corrupción que florecía en los despachos de sus subordinados. «Yo no sabía nada». «Firmaba lo que me daban».

El caso del cartelito del Ayuntamiento de Córdoba que tanto juego ha dado para los memes y el del alcalde de Lucena vendiendo el comportamiento violento como una prerrogativa sólo masculina no dicen que Ciudadanos, el PP o el PSOE tengan en el ideario criminalizar a los varones. En realidad cuentan que en torno a la Administración, entre esa gente que se mueve entre bambalinas para escribir lo que tienen que decir las pancartas, se ha colado un mantra casi transversal del que sólo disiente Vox , y que justifica el gasto y las subvenciones con frases cada vez más gordas.

Antes de que se desatase la tormenta, en el vídeo con que se presentaba la campaña municipal que tanto escandalizó, la delegada de Igualdad decía que los niños que han visto en casa a sus padres pegar a sus madres son ¡el 19,3 por ciento !, y lo cierto es que si esos números se aproximasen a la realidad, y en breve habrá un batido de estadísticas que dirán que se quedaba corto, el cartel estaría justificado.

Los políticos han aguantado el chaparrón de críticas , pero las ideas que había detrás, y que ni mucho menos son suyas, permanecen y se volverán a escribir hasta que den con otra voz que las lea y se vuelva a llevar un diluvio de collejas . La izquierda de hoy vive de blandir estadísticas tan poco empíricas como la pobreza infantil y la brecha salarial y a nadie sonroja que cuando el cómputo anual de las mujeres asesinadas por sus parejas no es lo bastante alto se ordene empezar por el acumulado, porque mil y pico impresionan más que cuarenta. Tampoco es el sapo más grande cuando compran la idea de que esos desalmados matan a sus compañeras por ser mujeres, y será que como la farmacéutica y la del bar estaban lejos, le tocó a la parienta. Uno puede quitarse escrúpulos y pensar con don Vito Corleone que es indiferente lo que alguien haga para ganarse la vida. Pero, si no es mucho pedir, que no sea con dinero público.

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