Verso suelto

Escuela taller la Celosía

En otros tiempos un Gobierno habría estado listo y habría dispuesto que quince o veinte chavales trabajaran en la reconstrucción de aquella obra de arte

La segunda puerta de la Catedral Valerio Merino
Luis Miranda

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Es una pena que la anulación judicial de la licencia para retirar la celosía más famosa de Occidente haya llegado en estos tiempos en que ya no existen las escuelas taller. En otros tiempos un Gobierno preocupado por el paro juvenil habría estado listo y habría dispuesto que quince o veinte chavales trabajaran en la reconstrucción de aquella obra de arte que desmembraron por un capricho de las cofradías. Con su título y todo: Escuela taller La Celosía , Escuela taller Mezquita Aljama, Escuela taller Sí, Jeque. Los que quisieran formarse en cristalería tendrían el máster de tapar un hueco de seis metros de alto y los que quisieran ser carpinteros sabrían cómo recomponer una pieza gigantesca de madera que estuvo ensamblada durante casi medio siglo y ahora tendría que volver a su sitio.

Podría haber hasta delineantes y aparejadores que tomaran nota de la razón geométrica de la pieza y archiveros que resolviesen el enigma de si es el diseño es de Rafael de La-Hoz o de Víctor Caballero Ungría , que será una cosa como encontrar al autor del Quijote apócrifo. La Junta de Andalucía del PSOE , tan preocupada por el empleo que creó agencias para dar un sueldo a la gente sin necesidad de que hicieran casi nada de provecho, lo habría bordado con un taller de empleo con presupuesto redondeado para arriba, un equipo de supervisores desde la barra del Santos y traca de fiesta en algún local amigo para que los chavales, esta vez sin plural inclusivo, celebrasen por todo lo bajo el trabajo bien hecho.

Lo más divertido serían después los reportajes que hacíamos los periodistas a los chavales que habían terminado la formación: «A mí me han dicho que esto era una Mezquita y todas las mañanas pasaba por aquí un montón de curas y estaban cantando como en misa». «Los turistas son cada vez más ignorantes. Se iban a aquello de los mosaicos y a las columnas y no sabían que lo más valioso era lo que estábamos reconstruyendo nosotros». Cualquier día algún juez encuentra que las celosías las encargó un Gobierno de Franco y ordena abrir la tercera, la cuarta y la quinta puerta para que el monumento vuelva a lo que querían los árabes y borre las huellas de la derecha casposa.

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