Verso suelto

Duermevela

Qué necesidad habrá de leer una felicitación de Navidad de alguien que no cree

Un joven mira su teléfono móvil ABC
Luis Miranda

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Después de escuchar en la cama el ruido de la lluvia que cae fuera, no hay mayor sensación de seguridad que la de los mensajes que no se abrirán y las llamadas que no se quieren atender porque el teléfono da la pista que invita a no deslizar la tecla verde. Ni todos los cerrojos del mundo, porque su ruido es también el de una puerta que se tendrá que abrir con esfuerzo, suenan tan bien como el de aquello que llega con un sonido impertinente y uno decide no prestarle atención.

Lo pensaba cuando la otra noche me dormía en el sofá y el teléfono no dejaba de anunciar mensajes que primero se apilaban uno sobre otro y luego eran como una fila interminable de naipes que tendrían que esperar hasta la mañana siguiente. La duermevela en que uno tiene los ojos cerrados pero todavía recibe algunos estímulos del exterior es un bien escaso que me encanta disfrutar, porque el mundo se ha suspendido a mi alrededor y sin embargo me llegan ecos de aquello que no tengo que atender y puede seguir cantando hasta que el sueño me tumba del todo.

Vienen días en que habrá que agarrarse a ese mismo paréntesis de los sentidos cuando un aviso quiera quebrar la paz del sueño, del descanso o de las breves reuniones familiares. El teléfono será entonces como uno de esos cacharros que al principio fascinaron, luego se utilizaron sólo para algunas cosas y al final terminaron metidos en un cajón. Qué necesidad habrá de leer una felicitación de Navidad de alguien que no cree y que actúa conforme a los valores que dan la espalda a lo que se celebra. No hacen falta buenos deseos de quien no es más que un compromiso profesional o de alguien cuyo número se guarda el teléfono porque una sola vez hubo que hablar con él.

Ahora que llega enero, aunque en Córdoba casi nunca se vista blanca nieve, habrá que tener el brasero lleno de bellotas y castañas y decantarse por la morcilla que en el asador reviente, como decía Góngora , antes que abrir la enésima ocurrencia sobre un Gobierno al que ahora parece que nadie votó ni volvería a votar. Qué horror que en vez de encontrar la luz de la fe que alumbra estas fechas, y que se encarna en el amor de los que están cerca, lo que aparezca sea un mensaje viral de la cepa británica .

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