Verso suelto

Borrador de bicicletas

Hay quien quiere verla como un instrumento ideológico, pero sólo sirve para ahorrar tiempo

Una mujer circula en bicicleta por el Puente Romano de Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

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Los que vayan a tener voz y puedan opinar sobre la ordenanza de Movilidad Sostenible que prepara el Ayuntamiento de Córdoba deberían visitar ya una papelería para comprar gomas de borrar Milán, de esas en color salmón o verde que quitaban el error de algo escrito a lápiz y no dejaban otro rastro que el de unas cuantas briznas que desaparecían en la papelera, si uno era curioso, o soplando y compartiéndolo con los demás. Borrar algunas ideas del borrador que verán los grupos políticos y asociaciones será la única forma de conseguir que estas normas no borren a las bicicletas de Córdoba, ahora que son los vehículos rápidos, limpios y respetuosos que hacen la vida más fácil y rápida a mucha gente.

El que redactara la propuesta de echar a las bicicletas de las grandes calles peatonales del Centro pensaría quizá en conseguir que estuviesen más llenas de personas paseando y recordaría que hay cientos de kilómetros de carril en la ciudad y que cuando la ordenanza esté en vigor los ciclistas irán sobre todo por ellos. Como diría Benedetti , ahora que se cumplen cien años de su nacimiento, «realmente, botija, no sabían un corno». No han entendido quién ha llenado las calles de bicis ni por qué.

Los que van al Centro en bicicleta no hacen deporte ni dan testimonio de fe ecologista . Hay quien quiere ver este vehículo como un instrumento ideológico, pero los que ahora las usan son profesionales que quieren acortar el camino entre sus lugares de trabajo y sus casas, o que quieren hacer gestiones y ahorrar el tiempo que se pierde caminando, porque no les sobra. Su bici es el medio para ir de un lado a otro, y aunque sean felices y disfruten del camino sin echar humo, saben que no van a poder cambiar el mundo por pedalear.

Son los que llenan los aparcamientos de Las Tendillas , de Cruz Conde y de Capitulares . Si dentro de poco tienen que seguir el mismo laberinto que los coches para entrar y salir del Centro las dejarán en casa, tirarán del autobús o hasta buscarán una plaza para dejar el monovolumen. Sí, aunque haya quien distinga entre cochistas y gente guay, la mayor parte de los ciclistas tienen un vehículo a motor para otros desplazamientos.

Hace no muchos años se daba por estas fechas la foto algo patética del político que no se subía a un sillín desde que lo vestía su madre, y que posaba en alguna marcha por la movilidad sostenible con casco , coderas, rodilleras, prendas reflectantes y protección como si se fueran a tirar en paracaídas, pero la gente que pedalea todos los días va en pantalón vaquero y camisa y zapatos finos. El carril es una idea estupenda para ir a los barrios y cada vez está mejor, pero la mayoría tienen que pasar por el Centro y seguro que no les compensa aparcar en el Pretorio para llegar al bulevar.

La solución para no echar a los vehículos limpios y a la vez para evitar los sustos de las personas mayores que ven venir patinetes y bicis, y que parece el principio inspirador de la norma, es más compleja y costosa que una prohibición total , porque supone dejar en manos de los usuarios la prudencia y el respeto a los peatones y en la Policía Local la vigilancia de que no pasen ciertas velocidades. Si nadie quiere borrar el error antes de que se imprima en las letras solemnes de lo definitivo no hará falta que multen por amarrar las bicis a las señales: los que todavía se atrevan tendrán de sobra en los aparcamientos vacíos.

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