Verso suelto
Basta leer
La mejor poesía debe tener la belleza del mármol de Bernini
Basta leer . Poco de lo que pasa todos los días será eterno. El mundo es un engranaje de pequeñas cosas con futuro casi cierto de extinción. Un engranaje de hábitos pequeños y rutas conocidas que un día se hacen sin pensar, al siguiente pasan y poco después desaparecen. Para poder reparar en el paso del tiempo y hasta para llorar lo perdido está la memoria. Para que la lamparilla no se apague con el último aliento del que recuerda está la poesía.
Basta leer y cerrar los ojos. Todavía viven las litografías de Isabel la Católica orilladas de moscas, los moldes de lata para dulces de la confitería de la calle Armas, la Fuensanta entre huertas y la Virgen en el viejo retablo neoclásico que alguien sustituyó por cutre solería, los viajes exóticos que los niños imaginativos hacen en la fascinación de los libros, la Historia Sagrada en que el alma del escritor encuentra los ecos humanos de lo sensual y de lo apasionado. No hay más que abrir por una página y sentarse a la conversación en la que se le cuelan los alejandrinos con la naturalidad del que la poesía la hace hablando.
El centenario de Pablo García Baena llega hoy cuando la cabeza todavía hace amago de encontrarlo por alguna calle de Córdoba y cuando pasará mucho tiempo hasta que sus palabras queden lejanas. Durante décadas habrá gente que recordará haber escuchado de su voz los versos subversivos del hombre que busca una aventura en la fila 13 de la sala de cine, que habrá leído la historia de aquel teléfono de emergencia al que había que llamar cuando la noche era más larga, más amarga, más lenta.
La mejor poesía debe tener la belleza precisa del mármol de Bernini , hermoso por el material y por las manos que lo trabajaron, y la perfección apasionada y matemática de una sinfonía de Beethoven, pero no sirve si no comunica al lector un mundo propio que se recorre la primera vez con la admiración del que descubre una isla nueva y luego con la emoción de volver a un viejo lugar querido. A sus cien años de vida, Pablo García Baena- Proust con lujos de Góngora, Cernuda en la tierra mirando a las alturas de San Juan de la Cruz- sigue abriendo sus libros como puerta del tiempo a su Córdoba inmortal de estampas amarillas, silencio, rezos y besos a oscuras. Basta leer.
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