La Graílla

Bangassou, un barrio de Córdoba

El mundo que reclama consumo busca las materias primas en su tierra asolada por la violencia

Juan José Aguirre, obispo cordobés de la diócesis de Bangassou, en la República Centroafricana Valerio Merino
Luis Miranda

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Cuando alguien quiere dejar de oír los problemas terribles de hambre e injusticias que hay en algún lugar lejano, siempre dice, con algo de desprecio condescendiente, que sin salir de Córdoba también hay situaciones de necesidad , pero en realidad quiere decir que aquí también hay cosas de las que desentenderse para así ser pasivo en la cercanía.

Juan José Aguirre tal vez sea hoy el mejor hijo de esta ciudad por compromiso y lucidez, y cuando vuelve a ella no cuenta las historias de un remoto país africano en que casi nadie quiere poner un pie. No merece Bangassou una compasión lejana y abstracta, porque el mismo mundo acomodado que reclama consumo y productos con fecha de caducidad busca las materias primas en su tierra asolada por la violencia.

Las guerrillas crueles están armadas por los petrodólares de los países con los que muchas empresas no tan lejanas hacen negocios, y financian a quienes buscan el coltán con que se fabrican los drones capaces de matar y el litio para las baterías de los teléfonos y tablets que en esta tierra son más necesarios que el pan que a esa gente le falta.

Juan José Aguirre no es como esos charlatanes que enardecen la indignación desde la comodidad de un ático en el centro de una gran ciudad europea: se faja y ayuda a los demás sin quitarle ni una coma al Evangelio y con el espíritu de alegría de quien no pide nada a cambio y no lleva las cuentas del mal que recibe después de haber hecho el bien. Tampoco tiene esa tendencia a enamorarse ciegamente de la pobreza sin querer saber nada más.

Lo importante es ayudar, sin duda, pero también es necesario que en Occidente sepan por qué pasan las cosas y conozcan que N aciones Unidas , sitio con tradición de blanqueamiento de sátrapas y abastecimiento blandito de pensamiento único, mantiene al Gobierno centroafricano sin armas ni capacidad para responder a tantas guerrillas que sí llegan con munición y malas pulgas para expoliarlo todo.

Por eso habla de ayudar a enfermos terminales de sida , de que la malaria preocupa mucho más que el inocuo Covid y de las casas donde refugiar a personas con demencia para que no los acusen encima de brujería, pero también de los intereses geopolíticos por los que allí se asesina y se viola sin que nadie quiera hablar de ello.

Ahora los suyos en Córdoba, que deberían ser todos los habitantes de la ciudad, preparan el almuerzo en que se conseguirán fondos para reconstruir el seminario menor que forma a sacerdotes y laicos en los valores que tendrán que forjar un país mejor. Bangassou y la República Centroafricana no son un mundo aislado que no hay que pisar, sino casi un barrio nuestro: la globalización significa sobre todo que para que el teléfono pueda durar un poco más sin cargarse hay alguien que aprieta el gatillo de un kaláshnikov o una turba que destruye lo que Juan José Aguirre necesita para seguir ayudando .

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