La Graílla
Ángeles de la guarda
El espíritu del que busca grasas en el aceite de Baena es el mismo del que censura a escritores
El problema no es el aceite de oliva ni sus propiedades, sino el que señala. El caso de Baena escandaliza porque aunque los científicos y expertos no sean lo más prestigioso del mundo en este tiempo de inmunidades de rebaño, hay bastante evidencia en la simple tradición y en la esperanza de vida para decir que el oro líquido es una bedición saludable. La denuncia de la Comunidad de Madrid contra la Denominación de Origen Protegida de Baena se ha archivado después de una aclaración y seguramente llamadas desde ciertos despachos nobles, pero, cuando el ruido se apague, los que denunciaron a una página web que promocionaba el aceite de oliva seguirán en su oficina trabajando en la caza de nuevos infractores que promocionen productos prohibidos.
El espíritu de quien busca grasas, carbohidratos y salsas para marcarlos con el sambenito infamante de lo que debería dar vergüenza consumir es el mismo del que mira en las entrevistas alguna opinión discrepante para cancelar a una escritora, idéntico al que idea advertencias para los que vean una película de hace casi ochenta años tengan claro que ciertos valores implícitos no están bien. Calcado de los que promueven la quema de libros que tienen el pecado no de promover valores negativos, sino de no caber en el corsé asfixiante del totalitarismo .
Si en el caso de la cultura lo que hay detrás es un afán por imponer una ideología monolítica y de apestar a quien se salga un milímetro de sus dogmas , apoyado en el aplauso o el asentimiento callado de quienes deberían protestar por ser los principales perjudicados, con la alimentación la cosa huele más bien al paternalismo de quien piensa que el ciudadano es incapaz de tomar una decisión responsable por sí mismo. El aceite de oliva, y el de Baena es uno de los mejores del mundo, es una grasa natural que enriquece el sabor sin dañar al cuerpo y la advertencia estaba tan fuera de lugar como decir que la fruta engorda, pero los que andan rastreando internet y anuncios en busca de infracciones justifican su sueldo con algo más que meterle la mano en el bolsillo a alguien, que no es poco.
Cuando piden que no se hable de un alimento o de un preparado por tener cierto ingrediente pernicioso o algún porcentaje alarmante en realidad piensan que los súbditos apenas tienen raciocinio para saber por sí mismos que si se consume debe ser con moderación. Su presencia observadora les parece tan necesaria como la de una madre omnisciente que no cree que su retoño de 21 años esté preparado para salir de casa y por eso le quita de la vista todas las tentaciones que lo pueden llevar por el mal camino. Cuando no sea el aceite de Baena serán ciertas hamburguesas con sabores artificiales y galletas que abusan de los edulcorantes. No habrá científicos que las defiendan, tal vez porque no lo merezcan, pero aunque ya enganchen, uno o dos bocados sabrán todavía mejor sabiendo el disgusto que se llevarán tantos ángeles de la guarda de pacotilla .
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