VERSO SUELTO
Libre de desfase
Los chavales a los que echaron del AVE podrán ser maleducados, pero no incoherentes con lo que han visto en las fiestas
![Andenes en la estación AVE de Córdoba](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2018/07/12/s/estacion-ave-cordoba-kK2E--620x349@abc.jpg)
A ver, ¿en qué quedamos? Después de haber consagrado la juerga como un derecho, el ruido como una forma inalienable de libertad de expresión y la molestia a los demás como una forma legítima de afearle al prójimo que sea tan aburrido, Renfe, sin esperar a que se pronuncie el Consejo de Ministras, ha creado el espacio libre de desfases. Lo hizo por las malas, sin debate en el Congreso de las Diputadas y sin esperar enmiendas, cuando bajó en la estación de Córdoba a un grupo de chavales que iban a Málaga de despedida de soltero y decidieron liarla pepina ya desde el AVE con disfraces, gritos, copazos en el coche bar, que ya hay que tener sed, y la arrogancia del que otras veces quedó impune por marchar en grupo y estar ebrio.
La factura del viaje interrumpido les puede salir más cara que si hubieran ido en una limusina mamándose con Möet & Chandon y picando caviar Beluga, porque las criaturitas creerían que por haber pagado el billete tenían derecho a darles la tarde a los que también lo habían pagado, así que después de que no hicieran caso de seguridad ni de las advertencias, los tuvo que sacar la Policía Nacional a la fuerza, y no fue rápido. Ahora Renfe , que no tiene por costumbre pagar los desmadres de ningún mozo casadero ni de su cuadrilla, quiere que vaya de su bolsillo la indemnización que tienen que cobrar los demás pasajeros por incumplir el compromiso de puntualidad.
A los chavalotes les pueden acusar quizá de maleducados o de excesivos, pero no de incoherentes con lo que hayan visto. Deberían haberse leído las condiciones al comprar los billetes, pero en principio pensarían en si sus compañeros de vagón tenían más derechos que los vecinos de los barrios con garitos de moda, que tienen que convivir con músicas y gritos todos los fines de semana y ven cómo a nadie con autoridad le preocupa que su calle sea un urinario público. Aquel mismo día había miles de personas bebidas, algunas desnudas, en un barrio madrileño con un montón de poderes públicos diciendo los orgullosos que también estaban ellos y todos los telediarios cubriendo en directo aquella parranda.
En la Córdoba donde ellos fueron a parar , y no se sabe si continuarían la fiesta ya que estaban o durmieron en los hoteles de Doctor Fleming o Campo Madre de Dios , se entiende que es normal que quince mil más jóvenes que ellos ocupen la ribera del Guadalquivir para beber y luego pongan a trabajar con nocturnidad y urgencia a la empresa de limpieza que pagan sus padres y también quienes no lo son. Si alguno había conocido las Cruces de mayo sabía que podían ser muy divertidas y encima en lugares bonitos de ver, aunque así a primeras no se les reconozca demasiada sensibilidad, y quizá se hubiera dado cuenta de que su derecho a vaciar donde fuera las botellas de rebujito, cantar sevillanas y reírse a gritos a las tantas era mayor que el de los que viven cerca de descansar.
Desde niños les han educado en la idea de la diversión sobre todo y cuando se han dado conflictos han reprendido mucho antes a los serios que a los amantes del jolgorio, y si no que miren a la fiesta nacional de los sanfermines. Pero eso había pasado en el espacio público: cuando han llegado al cerrado ecosistema de un tren con una empresa, aunque sea pública, que se juega el dinero y viajeros que lo han pagado, no valdrá la protección de políticos con miedo a que les digan aguafiestas.