Sociedad
Latinoamericanos en Córdoba: «Quiero devolverle a esta ciudad la acogida que me ha dado»
Cuatro inmigrantes cuentan sus motivos para instalarse en la ciudad y las dificultades a las que se enfrentan
Las crisis políticas y económicas en los países de Latinoamérica se han convertido en los últimos años en el motor de emigración más potente. Los empadronados en Córdoba procedentes de Venezuela , Honduras y Nicaragua crecieron en 2018 en 463, cuando el total de foráneos en la provincia aumentó en 502. Cuatro de estas personas narran su experiencia y las dificultades de empezar de cero en un país distinto, lejos de sus orígenes.
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Jesús Ríos, Venezuela: «Salí de mi país porque sentí que corría peligro»
Jesús Ríos es abogado de profesión, especialista en Propiedad Intelectual y en su país de origen, Venezuela, daba servicios de orientación y formación para emprendedores. Su vida cambió radicalmente, dice, a consecuencia de una crisis económica y social que, dice, se ha «agudizado» en los últimos años bajo los gobiernos de Chávez y Maduro hasta «pulverizar» su estabilidad y la de otros muchos venezolanos como él, protagonistas de un fenómeno de migración masiva que califica de «éxodo».
Llegó a España hace un año. «No podía mantenerme allí. Tomé la decisión porque además sentí que mi vida estaba en peligro », cuenta, para después narrar cómo fue secuestrado por «tres delincuentes» que buscaban información relacionada con el trabajo que realizaba para un ayuntamiento. Tuvo que vender su coche para pagar el «boleto» con el que viajaron él y su hija; el resto de la familia llegó más tarde aunque en Venezuela mantienen su casa, a la que les gustaría volver si la situación cambia.
Mientras tanto, se empeñan en comenzar de cero en una ciudad que le ha dado tanto que está deseando poder devolverle el favor. Hace tres meses que obtuvo el permiso de trabajo y ahora anda «tocando puertas», sin descartar nada que le pueda dar un sustento pero dispuesto a tener una oportunidad en su sector para poder sacar provecho a su formación y experiencia.
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J. A. G. M., Nicaragua: «Si te matan en la calle, no pasa nada. No quise ser la siguiente»
Tiene 31 años y prefiere mantener su identidad en el anonimato por motivos políticos, los mismos que la obligaron a salir de su país, Nicaragua , hace cuatro meses. Llegó a España con su hija de cinco años, dejando atrás al resto de su familia, entre ellos su marido y su madre. En Córdoba se instaló con una tía que lleva 15 años asentada en la ciudad. «No puedo decir que me haya faltado ayuda, ni para los pasajes, ni la manutención, ni la casa», cuenta.
Dejó Nicaragua por la inestabilidad económica y política de un país en el que, dice, «si te matan en la calle, no pasa nada. Hay disturbios y si una bala te alcanza, fin. No quise ser una más de la lista». La decisión la tomó pensando en su hija, para la que quiere un futuro mejor que el que hasta ahora había sido su presente.
De su experiencia como migrante destaca el golpe psicológico que le supone verse tan lejos de su hogar, sin redes de apoyo y sin trabajo. «Para las inmigrantes solo hay trabajo de interna en casas, limpiando o cuidando a abuelitos. Yo tengo una hija que no se cuida sola. Por la mañana la dejo en el colegio, pero por la tarde tengo que quedarme con ella, por lo que no puedo hacer ese trabajo», explica. Ella es arquitecta , habla inglés y está preparada profesionalmente, pero eso «no importa hasta que tienes papeles» y los trámites, dice, son muy lentos.
Agradece la labor de las organizaciones sociales que acogen a migrantes y también el apoyo que recibe de la comunidad latinoamericana en Córdoba : «Nos juntamos, celebramos nuestras tradiciones, y nos damos ayuda. Es bonito compartirlo todo con otras personas que están igual o peor que tú».
3
Eleana, Honduras: «Tenía miedo de que me mataran por mi orientación sexual»
Eleana está a punto de cumplir un año desde que llegó a España. Lo hizo huyendo de la situación de su país, Honduras , donde la violencia y el caos es el día a día de sus habitantes . «Hemos sufrido pobreza, no hay trabajo, no hay nada. Tememos por nuestras vidas y las de nuestros seres queridos», explica esta hondureña, que actualmente está en búsqueda activa de empleo. Define sin tapujos la situación de Honduras como la de una « narcodictadura ». Ha visto morir a varios de sus amigos y tenía miedo de ser la siguiente a causa de « mi preferencia sexual ».
Desde España se informa a través de Internet de lo que ocurre en un país cuyos habitantes están «preocupados» por las oleadas de matanzas y robos. Ejemplo de ello son las caravanas de personas que tratan de cruzar la frontera con Estados Unidos a través de México. «Amo mi país, pero el presidente de Honduras no es mi presidente. Él robó los votos», defiende.
Emigrar no fue fácil, «extraño mi cultura y a mi familia, y hay momentos en que te quiebras de tristeza. Estar en otro país es difícil pero he tratado de sobrevivir y tirar para alante», explica. Mientras la situación en Honduras no sea distinta, no se plantea regresar. Aunque alberga la esperanza de que «todo cambie, en el nombre de Dios».
4
Mirna Miranda, El Salvador: «Nada más llegar a España, nos estafaron»
Mirna Miranda llegó a España desde El Salvador en septiembre. Simplemente, la vida en su país ya no era vida. Hace cinco años asesinaron a su marido y desde entonces han vivido entre amenazas y extorsiones , de casa en casa, sin conocer tranquilidad. «No dejaban estudias a mis hijas. A mi hijo le amenazaban», relata. Decidieron vender su casa para instalarse en España. Un conocido les aseguró que, si mandaban dinero, les arreglaría vivienda y papeles para empezar de cero en Alicante.
Al llegar allí se encontraron con que habían sido víctimas de una estafa . No había ni rastro de los 3.500 dólares que habían enviado y fueron confinados a una casa okupa donde les cobraban 450 euros al mes. En octubre emprendieron rumbo a Córdoba, donde también se vieron sin un techo bajo el que instalarse. «Llovía, y un señor de un hostal nos vio y nos dejó quedarnos en una habitación esa noche», cuenta. Contactaron con la Asociación de Venezolanos en Córdoba y su presidenta, Ninoska, les acogió en su casa. A los siete.
«Estoy aquí con mis tres hijos, mi sobrina y su esposo y el hijo de los dos», explica esta salvadoreña, que no tiene otro objetivo que trabajar para salir adelante en un país en el que, por fin, sus hijos «van a poder estudiar y progresar ». No se quita de la cabeza, sin embargo, a los familiares que aún están en El Salvador: «Están muy extendidas las pandillas, hay inseguridad. Mis hermanos están amenazados. Allí no se puede vivir».