La Manada de Pozoblanco
La Manada Pozoblanco | Muchas cámaras para una balsa de aceite
La expectación de los medios contrasta con la ausencia absoluta de manifestaciones alrededor
Condenado a año y medio de cárcel el autor del «Tour de la Manada» por atentar contra la integridad moral
En ciertas cosas las capitales de provincia, aunque haya más de 300.000 habitantes y sean la duodécima ciudad de España, funcionan como los pueblos. Cuando en determinados círculos hay presencias nuevas, se nota enseguida. En el pequeño mundo de los medios de comunicación de Córdoba se conoce todo el mundo y cuando hay un enjambre demasiado amplio de cámaras de televisión, y mucho más carreras, alguna persecución e inevitables empujones para tomar la mejor imagen es que pasa algo muy bueno o algo muy malo. O algo anormal.
La Ciudad de la Justicia se despierta a las 8.30 a las faldas de la Sierra. Sobre los bancos y en el césped queda la huella del rocío y de las muchas lluvias de la noche anterior. Y ante la puerta norte del gran edificio hay desde primera hora pequeños platós, con su cámara y su redactor o redactora haciendo desconexiones en directo para programas de la mañana, en canales públicos o privados.
Tienen que llenar el estómago vacío de sus audiencias con el menú siempre picante y sugestivo de La Manada . No es el plato fuerte de Pamplona, pero sí un primero con bastante condimento, aunque esta vez ya se sepa que se quedará en los abusos y no en la agresión. En tierras más frías se combaten las bajas temperaturas mejor que en el sur, aunque no lo parezca, y aguantan a pie quieto mientras el sol va llegando lentamente y la Ciudad de la Justicia se va animando, y por allí pasan abogados y justiciables menores.
A las nueve de la mañana la hilera de televisiones de ámbito nacional ya no estaba sola: habían llegado los medios de la ciudad de Córdoba, los de siempre, y se hacían las preguntas del lugar por el que llegaría el transporte de los acusados . Las cámaras no se llevaron las imágenes espectaculares de las pancartas o de la gente que golpea la chapa de los furgones policiales en los que llegan quienes tienen que responder ante la justicia.
En el lado occidental, la Policía ya esperaba el furgón y una mujer quiso aparcar. «Continúe, continúe», le pidieron los agentes, poco antes de que llegase el furgón en que iban Alfonso Jesús Cabezuelo, José Ángel Prenda, Antonio Manuel Guerrero y Jesús Escudero. Llegó sin que nadie dijese una palabra más que otra, como si quienes iban dentro no hubiesen motivado manifestaciones , y artículos que les deseaban muchos años de cárcel .
Luego salieron más abogados , con gesto escéptico hacia lo que estaban viendo, y una de ellas lo resume con cierto orgullo: «Aquí pasan cosas importantes y se juzga todos los días y no hay tanto jaleo de periodistas». Al menos durante una semana habrá que acostumbrarse a que la actualidad de la mañana pasará por Córdoba.
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