Luis Miranda - VERSO SUELTO
Jugar a las casitas
Al mirar los contadores del agua para gravar los pisos vacíos, IU se lanza a otra de esas aventuras que no caben en las leyes
Para un político tiene que ser difícil escaparse a la tentación de pensar que su poder no tiene techo. Aquí no hay distinción de colores partidistas ni tampoco, en la mayoría de los casos, mala intención: el cerebro humano es tan complejo que cuando uno ve que le ponen el café con sólo tocar una campanita o que la simple formulación de una idea sin desarrollar supone que alguien se pone a llenar folios para conseguirlo, la ebriedad de grandeza tiene que tardar en pasarse, si es que se supera.
En casi todos los casos, la caída es apenas un traspiés que llega cuando un interventor o un abogado dicen que se tropieza con la ley, o más bien cuando el que sabe de encuestas asegura que el partido se estrella. Otras veces, las menos, el que está en el sillón empieza a delirar, arrastra con él a otros pocos y no se dan cuenta de que tienen el techo de la ley por encima hasta que les abren el cráneo los mismos cascotes que ellos han querido derribar a cabezazos de soberbia.
De todos los mundos de colores al alcance del voto que se habían construido en los programas electorales, ninguno era tan engañoso como el que prometía arretabar las casas a los potentados y alquilarlas casi a precio de saldo, o quizá obligarlos a que les arrendaran por cuatro duros, como si el problema fuese tan fácil como escribir en las paredes «casa sin gente, gente sin casa» o como manifestarse contra un desahucio con una camiseta.
Ahora Izquierda Unida , cuando ya han pasado dos años y casi nadie se acuerda de que alguna vez prometió viviendas casi gratis, y sobre todo cuando los desalojos han dejado de salir en los telediarios, se lanza a una de esas aventuras que no caben en las leyes. La última es investigar qué pisos y casas no gastan agua y cobrarles un impuesto más caro, como si el que tienen las viviendas ocupadas fuese barato, y también como si el Ayuntamiento fuese un policía de los que vigilaban los parques para que las parejas no se propasasen.
El caso es que todo el que conozca el Consistorio sospecha que nadie de Emacsa se va a poner a rastrear las facturas , y que si lo hiciera el Ayuntamiento se podría encontrar con una infracción de la Ley de Protección de Datos , y que en el caso de salvarse, al final de todo la medida tendría otra ley por encima que la consideraría injusta y habría que retirarla. Lo importante de la historia es la consideración de la política como un juego en el que las reglas las pone el que manda, como si se sintieran los dueños del balón en las calles antiguas y se creyeran con derecho a decidir sobre los penaltis y los goles fantasma.
Vimcorsa también se trae entre manos poner casas ajenas en arrendamiento, que se ve que todas esas personas que tienen inmuebles y no consiguen venderlas ponen los carteles por gusto, y para eso quiere comprarlas a un precio de 50.000 euros y después ponerlas en alquiler. Alguno ha pensado que este precio es porque el que haya ideado la medida no ve el anuncio de un piso desde que estaban en pesetas y las escrituras se hacían de puño y letra, pero igual es un último cabezazo más al techo de las leyes y del sentido común, o quizá un chiste sublime y macabro: después de gravar los pisos como si fueran palacios, se compran a un precio irrisorio y se le dice a la Junta de Andalucía lo poco que han cobrado para que exija un mínimo en la escritura y se paguen más impuestos. Que hasta para jugar a las casitas hace falta dinero.