EL TEMPLO DE CÓRDOBA

Juan Manuel de Prada: «No hay que temer al Islam sino a la falta de cohesión espiritual de las naciones»

El novelista y articulista de ABC realiza en Córdoba una profunda reflexión sobre la inmigración

De Prada, esta noche durante su intervención en el ciclo de charlas El Templo de Córdoba Valerio Merino

I. Contreras

Si las sociedades tienen un pegamento es la «espiritualidad» . Un ethos común, un sistema de valores compartido que genera un sentimiento de comunidad al que Occidente ha renunciado en pos de la individualidad. Esa es la teoría que ha defendido el novelista y articulista de ABC Juan Manuel de Prada en su ponencia «Europa y el problema de la inmigración. La cuestión religiosa», que ha protagonizado una nueva cita del ci clo de conferencias El Templo de Córdoba , que organiza ABC Córdoba y cuenta con la colaboración del Cabildo Catedral de Córdoba y el Real Círculo de la Amistad .

En su intervención ha analizado una cuestión «espinosa» como es la inmigración, a la que se ha lanzado con un pie en las «aberraciones» de la política internacional y otro en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, Aristóteles o Unamuno .

A este último ha aludido al referir que «si hay intereses materiales habrá unidad, pero como aglomeración de pueblos que ya no comparten un núcleo espiritual y pueden, coyunturalmente, compartir intereses económicos o políticos. Cuando se dejan de compartir surgen tensiones disgregadoras , que es lo que pasa en España ». Por eso, afirma De Prada, « el problema no es el Islam , sino que las naciones europeas han dejado de ser una comunidad auténtica y por tanto no es que se hayan hecho permeables, es que están desmigajadas. Y esos escombros solo pueden ser pisoteados», ha defendido.

A su juicio, las naciones europeas tienen que recuperar su identidad para después abrirse a otras culturas dejando bien claros los elementos integradores de la cultura que los acoge. « Mientras renieguen y el escepticismo y la indiferencia campen por sus fueros , el problema inmigratorio no hará sino crecer », ha vaticinado. El problema, ha abundado De Prada, es que las relaciones extranjeras no se restringen al ámbito individual sino que vienen comandadas por los Estados, que a su parecer son «lacayos al servicio de instituciones internacionales que dictan la política que esos estados tienen que llevar a cabo».

«Dimisión de la razón»

« Hoy desgraciadamente las naciones europeas son rehenes de intereses particulares que se anteponen al bien común de sus pueblos», ha alertado. Ilustra esta opinión el caso de Arabia Saudita, nación amiga de España pese a que « potencia y patrocina las formas más hostiles de la religión islámica ». «Algo monstruoso que se debe a que Arabia Saudita garantiza a EEUU que el comercio de petróleo se haga en dólares, y apuntala su economía. A cambio, EEUU impone a sus colonias, específicamente a las de la Unión Europea, que tengan relaciones de amistad con una nación hostil», ha afirmado.

Imagen del concurrido aspecto que presentó el Círculo de la Amistad Valerio Merino

De Prada ha afirmado además que « el derecho a emigrar es subsidiario al derecho de un espacio vital en la tierra de origen », que es lo primero que deben garantizar los estados. «Ningún organismo internacional está desarrollando este derecho fundamental de cualquier persona, el de poder vivir en su tierra, pero sí apoyan el derecho subsidiario. Es paradójico», ha defendido De Prada, que se pregunta si existen intereses ocultos para forzar a los habitantes de determinadas naciones , que están siendo expoliadas, a emigrar .

« Vivimos una época que ha dimitido de la razón y solo nos quedan respuestas emotivas », ha afirmado De Prada, convencido de que las únicas respuestas que se dan a la inmigración actualmente son de una sentimentalidad que puede ser «ñoña», ingenua, o «agresiva», furiosa. De Prada propone que la única salida posible está en apelar a la razón y para ello se ha servido de las «respuestas» de Santo Tomás de Aquino , que hablaba de la hospitalidad al extranjero, pero hacía distinciones. «Nos dice que las relaciones con los extranjeros pueden ser de paz o de hostilidad, y que lo primero que hay que establecer es si el extranjero que viene lo hace con intenciones pacíficas u hostiles». Según De Prada, Occidente se ha olvidado de este juicio previo, y aborda el problema de la inmigración «con argumentos sensibleros o ásperos, de rechazo ».

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