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La vuelta de la religiosidad popular
Tras seis meses retirado del culto por su restauración, Jesús Rescato regresa a las calles al encuentro de sus devotos
Tras seis meses de ausencia por restauración, Jesús Rescatado volvió ayer al encuentro de sus devotos. Su traslado extraordinario comenzó en el convento de Santa Marta , fundado por los Fernández de Córdoba , cuya rama de los vizcondes de la Puebla de los Infantes tenía muy cerca su antiguo palacio, donde hoy se alza el IES Maimónides, del que salió la tarde del 24 de febrero de 1713 la imagen del Rescatado para entronizarse por primera vez en su iglesia trinitaria de los Padres de Gracia .
La hermandad tuvo así un guiño con su historia, recorriendo luego los barrios de San Andrés, San Lorenzo y la Viñuela , antes de llegar a «su plaza», entre gran fervor popular y con las calles engalanadas. El Señor de Córdoba fue tallado en 1713 por Fernando Díaz de Pacheco , por encargo de l trinitario fray Cristóbal de San Juan de Mata , tomando como modelo al Cristo de Medinaceli . Este se hallaba en el puerto de La Mamora , en Marruecos, y cuando en 1681 los moros lo arrebataron a España, arrastraron por las calles la imagen en señal de venganza. Los padres trinitarios, al verlo, decidieron recuperarlo, ofreciendo tanto oro como pesase. Cuando iba a ser pesada, redujo muchísimo su peso de forma milagrosa. La imagen fue llevada a Madrid a mediados del año 1682, donde fue recibida ya desde el principio con una enorme devoción, extendida luego por toda España, y comenzó a conocerse como Jesús del Rescate .
Con el Rescatado ayer, son varias las hermandades que han vuelto a poner sus titulares en las calles, en espera de lo que pase con la próxima Semana Santa . Es importante el regreso de la religiosidad popular, pues el pueblo sencillo llega al corazón de Dios no tanto con los ritos sacramentales oficiados por los ministros eclesiásticos, sino a través de la veneración de las imágenes, verdaderas mediaciones de la humanidad de Cristo, de su Madre Santísima y de los santos. Todo esto contando, por supuesto, con la coherencia personal del cofrade con el mensaje evangélico que proclama, pues de lo contrario la religiosidad popular no pasaría de ser una simple exhibición estética .