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Mártires cordobeses
Estas beatificaciones nos dejan una lección: «Vuestro martirio es antorcha de fuego y de amor, haced que su llama transforme el dolor en abrazo fraterno»
Córdoba siempre ha sido tierra de mártires. A los santos Acisclo, Victoria, Zoilo, Eulogio, Flora, María o Pelagio, mártires de las persecuciones del emperador Diocleciano y del emirato Omeya, se unieron ayer 127 mártires cordobeses más en la ceremonia de su beatificación, desarrollada en la Catedral de Córdoba y presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que actuó como delegado del Papa Francisco.
El proceso ha llevado 15 años y se han recogido d eclaraciones de 315 testigos, plasmadas en 49 libros . Los nuevos beatos son 79 sacerdotes, cinco seminaristas, tres religiosos, una religiosa y 39 laicos. Todos fueron asesinados por su condición de cristianos fervientes.
El más joven, Antonio Gaitán, fue asesinado en El Carpio, su pueblo natal, a seis días de cumplir 16 años; mientras la más anciana fue la religiosa Consuelo González, asesinada en Baena a los 86. De ellos ha dicho monseñor Demetrio Fernández: «Son hombres y mujeres de carne y hueso que han salido a amar. Su ejemplo de amor ha sido tan superlativo que han perdonado a quienes los estaban matando».
Las persecuciones religiosas tienen un contexto histórico y el de estas beatificaciones es la guerra civil de 1936 , que va camino de los dos millares de mártires reconocidos por la Iglesia. La guerra fue un fracaso colectivo como país que tuvo sus antecedentes de persecución en las quemas de templos de mayo de 1931, los sucesos revolucionarios de octubre de 1934 y la primavera trágica de febrero a julio de 1936.
Luego, el golpe de estado del 18 de julio fue respondido inmediatamente con una revolución donde aquel no triunfó y la legalidad republicana fue sustituida por el terror que impusieron milicias y comités anarquistas, comunistas y socialistas.
Estas beatificaciones nos dejan una lección: «Vuestro martirio es antorcha de fuego y de amor , haced que su llama transforme el dolor en abrazo fraterno», dice el himno estrenado ayer, e invitan a una profunda reflexión: retomar la reconciliación nacional de 1978 y desoír la historia que pretenden reescribir e imponernos unos políticos para beneficiarse de la polarización de la sociedad.