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Entre Santa Sofía y la Mezquita-Catedral

El Islam es totalitario, en sus lugares de culto no pueden aparecer símbolos de otras religiones

Tres personas en la Mezquita-Catedral VALERIO MERINO
Juan José Primo Jurado

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LA última misa celebrada en la basílica de Santa Sofía de Constantinopla tuvo lugar la noche del 28 de mayo de 1453 . Al día siguiente, una de las fechas más tristes para la civilización occidental, la segunda Roma caía tras más de mil años de resistir y rechazar a bárbaros de todo tipo. Fueron los turcos otomanos quienes lograron conquistarla y hacerla capital de un imperio cruel que se extendió por los Balcanes hasta Viena y bloqueó, para los reinos cristianos europeos, el Mediterráneo y las rutas hacia Oriente . En esa fecha Santa Sofía fue convertida en mezquita, hasta que en 1934, la nueva Turquía laica del gran general Kemal Ataturk, la transformó en museo. Hace dos semanas, el presidente Erdogan ha derogado esta última decisión y Santa Sofía vuelve a ser mezquita, al tiempo que ha explicado su significado: «Un renacimiento islámico, que irá desde Bujara hasta Al-Ándalus ». Con esta resolución desaparece la convivencia cultural entre la simbología cristiana de mosaicos bizantinos de la Virgen María y el Pantocrátor y los medallones de bronce con suras del Corán. El islam es totalitario, en sus lugares de culto no pueden aparecer símbolos de otras religiones. Dichos mosaicos serán cubiertos para «no ofender» el rezo musulmán. El cristianismo es mucho más tolerante en este aspecto. Sin ir más lejos, el mihrab de la Mezquita-Catedral de Córdoba , construido en el siglo X siendo califa Alhaken II y cubierto con mosaicos regalados, precisamente, por el emperador bizantino, sigue luciendo sus inscripciones coránicas, respetadas por la Iglesia , del tipo: «En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso . ¡Oh, los que creéis! Temed a Alá con verdadero temor y no muráis sin estarle vosotros sometidos. Coged el cable de Alá, el islam, y no os separéis. Recordad el bien de Alá que bajó sobre vosotros cuando erais enemigos y reconcilió vuestros corazones…».

La Mezquita-Catedral es un ejemplo de diálogo formal interreligioso con esta pervivencia de simbología islámica y no con la pretensión del rezo compartido que sugieren allí papanatas y mal intencionados. Un rezo compartido que, por cierto, nunca admitiría el islam, salvo que borrásemos todas las capillas y altares. Al hilo de todo esto, hace unos días, el emir de Sarjah, uno de los siete emires que forman los Emiratos Árabes Unidos , ha exigido que la «Mezquita de Córdoba sea devuelta a los musulmanes, porque los cristianos no la merecen». Argumentos irrefutables históricos y legales aparte, quien no la merece es un islam a años luz del esplendor y tolerancia que demostró en el siglo X el Califato cordobés. Pierde la cultura universal y el diálogo entre civilizaciones con la transformación de Santa Sofía en mezquita, mientras sigue ganando con la existencia de la Mezquita-Catedral. Pero no deberemos bajar la guardia, y no solo por el descenso en un 71 por ciento de las visitas al primer monumento de Córdoba en el primer semestre de este año, que es una pésima noticia económica, sino por amenazas de mayor calado que penden sobre él.

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