Libre directo
Una cruz para la paz
Centremos el debate y dediquemos los esfuerzos a asuntos más importantes
EJERCÍ de profesor en Aguilar de la Frontera desde 1991 a 1994 y me sentí fenomenalmente tratado por los compañeros y por el pueblo. Por ello me duele la polémica sobre la retirada de la Cruz del Llano del convento de las Descalzas . Quisiera aportar tres reflexiones. Primera, la cruz sólo tenía ya significado religioso. Alzada en 1938 para conmemorar a los caídos del bando nacional, en 1981 se retiraron simbología franquista y nombres y quedó como una cruz para la paz. ¿O alguien piensa que Dios distingue entre muertos de uno y otro bando de la Guerra Civil , como hacen algunos políticos? Incluso el PSOE celebró ante ella un homenaje a los asesinados del bando republicano . Se había integrado en el paisaje y las tradiciones aguilarenses, adornándose en la fiesta de las cruces de mayo y siendo parada de las cofradías en Semana Santa .
Segunda, el principal responsable de su retirada ha sido el Ayuntamiento. Se le indicó tanto que la cruz no era objeto de la Ley de Memoria Histórica, al haberse desprovisto de su simbología política, como que no era un bien protegido patrimonialmente. Y el Ayuntamiento comunista se quedó solo con la parte que le interesaba, apostando por una decisión partidista con aires de revancha, alejada del espíritu de la Transición . La alcaldesa sabrá a quién debe agradecer los consejos que han llevado por toda España las imágenes de la cruz arrancada y tirada en un vertedero .
Tercera, superar la confrontación. Llevado el asunto al escaparate de los medios y, sobre todo, a la simplificación de las redes, se habla en éstas de persecución religiosa, que no hay, o se etiqueta de fascista a quien critica la decisión municipal. Paco Candel escribió en 1959 un libro titulado «Han matado a un hombre, han roto el paisaje», aquí se podría decir que se ha roto el paisaje, pero no se ha matado a nadie. Centremos el debate en sus justos términos y dediquemos nuestros esfuerzos a asuntos má s importantes. Dejemos que sea el pueblo de Aguilar de la Frontera quien gestione un hecho que llama más a la compasión que a la maldición.
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