AGRICULTURA
Jóvenes trabajando en el campo de Córdoba, la pasión de una vocación que puede con todo
Cuatro receptores de ayudas cuentan cómo han llegado a la agricultura y qué les gusta de ella
Cuatro jóvenes que han recijbido ayudas de la Junta de Andalucía cuentan cómo han comenzado a trabajar en el campo y lo que más les apasiona de su trabajo.
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Jorge Ariza: «Soy agricultor de profesión y de vocación»
Probablemente Jorge Ariza hubiera terminado dedicándose al campo, pero lo tuvo que hacer a la fuerza con sólo 18 años, al morir su padre. Ya conocía las tareas, pero en 2004 tuvo que ponerse al frente, con la orientación de su tío. Ahora, a los 33, ya es un veterano que tiene como valor la experiencia, pero también mucha formación en cursos y ciclos. Jorge tiene 23 hectáreas de olivar en Fernán Núñez , su pueblo natal, y las cultiva desde entonces. Le gusta y probablemente se hubiera dedicado a ello incluso si no hubiese perdido a su padre tan pronto y ha conocido todo tipo de momentos. Pero se siente feliz: «Me encanta este trabajo. Digo que soy agricultor de profesión y de vocación».
El momento actual no es fácil, porque los precios están cada vez más bajos. Menos en una época con una cosecha que se prevé mala, como la de este año, por la falta de lluvias. Se dedica a su tierra y también trabaja en la cooperativa Abén Cález , donde coincide con más jóvenes que, como él, también tienen interés en el campo. El trabajo no es tan duro como pudo ser antes, porque ahora está « muy mecanizado ». Para el que dirige la explotación significa estar de forma constante pendiente, sobre todo ahora que llegan los tiempos en que habrá que recoger la aceituna de los árboles, pero la vocación y las ganas suplen a la incertidumbre que nunca deja al agricultor.
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Pepa Vida: «Me emociona ver crecer mis árboles»
Pepa Vida no imaginaba demasiado cuando estudiaba en la Universidad que a los 28 años trabajaría en el campo. Lo que estudió no tenía nada que ver, aunque su padre sí tenía propiedades en el campo. Hizo los grados de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad y hasta llegó a hacer prácticas en la emisora de la cadena Cope en Córdoba. Pero terminó la carrera y se marchó a Manchester para perfeccionar el inglés y mientras estaba allí su hermana empezó a trabajar en el olivar de su padre. «Él había comprado un terreno en Posadas y decidí arrendarlo y probar», cuenta. Y así empezó. La familia es de Córdoba, pero sus propiedades están fuera, y ella misma suele hacer más vida en la finca de 23 hectáreas.
Había algunos olivos, «pero eran antiguos y no daban muchas aceitunas», y ella ha optado por los almendros , que en los últimos años comiezan a proliferar bastante en tierras cordobesas y españolas. ¿Tiene el consejo paterno? «No mucho, porque mi padre sobre todo de lo que sabe es de olivos, no de almendros». Para eso sí tiene a un técnico que le ayuda en la plantación y otros servicios, por su complejidad, se contratan con otras empresas. Y su padre se siente « muy orgulloso de las dos», de que hayan tomado el camino del campo.
Y no sin errores, porque asume que en los primeros años tendrá que hacer frente a algunas equivocaciones y aprender. Por ejemplo, ha perdido «por regar demasiado » el diez por ciento de los almendros. No oculta que el trabajo tiene algo de «complicado», al menos al principio, y también necesita de un aprendizaje constante, porque no se trata sólo de ver crecer a los árboles, sino también de cuidarlos , y ha tenido que aprender de «las enfermedades , que sobre todo en los almendros pueden ser algo complicado si no se las conoce». Pero gratifica: «Es un orgullo ver crecer los árboles».
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Rafael de la Bastida: «Desde pequeño, el campo me ha parecido apasionante»
Rafael de la Bastida pasó por la Universidad antes de trabajar la tierra y tiene la mente inquieta a la hora de decidir lo que tiene que sembrar. Este graduado en Administración y Dirección de Empresas conoce el campo desde pequeño y arrendó medio centenar de hectáreas a la empresa de la familia entre Pedro Abad y Montoro y optó por el maíz y la quinoa. «La quinoa fue mal, el maíz algo mejor, pero los precios son muy bajos», cuenta. Por eso, aunque sabe que el campo hay que verlo con las perspectiva de cinco años, también es consciente de que «si no hubiera sido por las ayudas» habría perdido dinero, al menos en su primera temporada. A sus 27 años, Rafael de la Bastida reconoce que «hay que pensar todos los días en esto».
«Hay que trabajar mucho , tanto a pie de campo como en la oficina, con los papeles. Yo voy primero a la tierra y después me dedico a la oficina», cuenta sobre la forma que tiene de afrontar su trabajo. Y está contento con lo que ha elegido, porque de la familiaridad con el campo creció la fascinación por lo que allí sucedía: «Desde pequeño me ha parecido apasionante». Ahora sigue formándose para afrontar lo mejor posible la vocación que le ha llevado al campo.
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Daniel Castillo: «Siempre he visto a mi gente trabajar mucho»
El caso de Daniel Castillo también es de vocación, y bastante precoz. Su padre tiene una explotación y conoció el trabajo allí desde pequeño. «Hace tres años le dije que me gustaría llevar algo de campo», cuenta este joven que ha hecho un grado medio de Administración. Tenía entonces 19. Ahora 22 y se encarga de 53 hectáreas en el término municipal de Lucena , aunque él vive en Moriles . El trabajo físico es el que menos le importa, porque asegura llevarlo bien. Lo afronta en solitario, con algunas pequeñas ayudas puntuales, y con muy buen espíritu . «Siempre he visto a mi gente trabajar mucho», cuenta.
Por eso sabe que hay épocas de más sacrificio, como la recogida, en que hay que contratar ayuda, pero se siente compensado por hacer lo que le gusta: «Desde pequeño me ha llamado mucho la atención el campo y disfrutar de la naturaleza ». De su padre y de sus mayores ha recibido buenos consejos, que trata de poner en práctica. «Tengo la lección bien aprendida . En el campo hay que ser reservado, y cuando va bien hay que guardar para no cuando no haya», dice.