Desde mi rincón
Seamos exigentes
¿Hemos asumido la responsabilidad a la que nos obliga ese patrimonio material e inmaterial que la vida nos ha regalado en Córdoba?
Cuando escribo sobre Córdoba, a veces, me pregunto si somos conscientes de la Córdoba que la vida nos ha entregado. Si comprendemos el valor de la Córdoba en la que vivimos. Si sabemos abrazarla, rodearla y meternos dentro de ella para determinar el verdadero valor de aquello que la vida nos ha entregado y la responsabilidad que por ello todos tenemos ante su futuro. Confieso que cada día valoro más la Córdoba en la que he nacido y en la que vivo. ¡Me explico!
Córdoba tiene una posición geográfica envidiable. Es reconocida como nudo logístico de la red de carreteras del Estado. Situada en el centro-norte de Andalucía, limita con las provincias de Sevilla, Málaga, Jaén, Granada, Ciudad Real y Badajoz. En las faldas de la maravillosa Sierra Morena , la naturaleza nos ha entregado una tierra reconocida por muchos como la California de Europa.
Y ¿qué decir de aquello que hemos recibido del pasado? Nuestro patrimonio histórico es inmenso y reconocido a nivel mundial. La Mezquita-Catedral, el Centro Histórico, Medina Azahara, y otras muchas cosas que nos hemos encontrado. ¿Somos conscientes de todo ello realmente? ¿Hemos asumido la responsabilidad a la que nos obliga ese patrimonio material e inmaterial que la vida nos ha regalado...?
Recientemente nos han hecho un nuevo regalo que, como ciudadanos, aumenta nuestra responsabilidad ante el futuro. La Base Logística del Ejército va a poner a Córdoba en el punto de mira de muchos. Porque muchos serán los que vengan a vivir y trabajar en esta ciudad. Y otros muchos los que aumentarán las visitas a Córdoba.
Ante esta realidad, ¿no vamos a ser muy exigentes con nuestros responsables políticos para que la Córdoba que hagamos en el presente esté a la altura de lo que la historia y la naturaleza nos ha regalado? Esa es y seguirá siendo mi obsesión pese a quien pese. Quien se moleste, será porque no quiere a Córdoba.
El valor patrimonial de una ciudad se mide en las exigencias que aquellos que la vivimos nos impongamos. ¡Seamos exigentes!
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