EL TEMPLO DE CÓRDOBA
José Luis Corral: «Abderramán III fue un hombre frustrado, ensimismado y encerrado en Medina Azahara»
El profesor habla sobre la psicología y personalidad de los emires y califas de Córdoba
Desde su llegada en el siglo VIII hasta su derrumbamiento a finales del siglo X, desde aquel Abderramán I , «el Emigrado», que fue el único superviviente de una matanza, hasta el culto Alhakén II. Por ese abanico temporal y por todos esos personajes ha viajado esta noche José Luis Corral , catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, en la conferencia que ha pronunciado dentro del ciclo El Templo de Córdoba , que organiza ABC con la colaboración del Cabildo Catedral y el Real Círculo de la Amistad.
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Ante un público que ha vuelto a llenar el Salón Liceo, José Luis Corral ha comenzado hablando de la dinastía omeya, que primero «persiguió y expulsó al profeta Mahoma» y más tarde se hizo con el poder del que luego sería un gran imperio. «Sufrieron un golpe de estado por parte de los abasíes, que mataron a casi todos los omeyas», dijo. Pero sobrevivió Abderramán, el emir Abderramán I, «que tras peripecias novelescas llegó a Córdoba».
No en vano, José Luis Corral ha insistido en que los omeyas son «unos supervivientes », que consiguen mantenerse a flote, y que plasman como símbolo de esta superviviencia la Mezquita , «que era un referente político , además de un lugar de culto». Por ahí ha transitado su conferencia, que ha hecho un perfil físico y también psicológico de todos los emires y califas y de sus contradicciones.
Se ha detenido en todos ellos, y de algunos ha ofrecido datos poco conocidos. Por ejemplo, Abderramán III, el que se proclamó califa, fue «un hombre frustrado , ensimismado y encerrado en Medina Azahara». Y eso por una derrota militar contra los cristianos, «seguramente por haberle traicionado», en que al huir precipitadamente perdió uno de los primeros ejemplares del Corán que se conservaban, lo que le creó un fuerte trauma.
Por ahí llegó hasta Alhakén II y Almanzor , y con él ha cerrado la intervención recordando que si el hijo de Abderramán creó la maqsura, el caudillo militar amplió la Mezquita, «pero no con el sentido de hacer algo sublime que hubo antes, sino como si las columnas y arcos fueran fotocopias ». En ese símbolo, con el final de los omeyas, ha cerrado su visión por esta parte de la historia de Córdoba.