Pasar el rato

Veinte años despidiéndose

Cada edición de ABC Córdoba es como una despedida de sus periodistas con todo el corazón en las palabras

Un hombre lee ABC Córdoba en un quiosco Álvaro Carmona
José Javier Amorós

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Hace una gestación, nueve meses, escribí sobre el veintenario de la edición cordobesa de ABC . Hoy repito argumento, porque lo que dije entonces, todavía no lo he dicho bastante. Y si dejo que se vaya el año que se va sin decirlo, habré perdido la ocasión de ponerme sentimental para hacer justicia poética. Este periódico ya veinteañero es obra de unos pocos hombres y de unas pocas mujeres , y a ellos corresponde el honor y la gloria del aniversario. Es mejor que los lectores no nos sobrevaloremos. El mérito es de los periodistas . Sin ellos, Córdoba existiría un poco menos todas las mañanas. Después de veinte años desangrando diariamente su inteligencia y su corazón en la Córdoba que pasa, los autores de este periódico merecen un poco de piedad. Los lectores, que vamos del periódico a nuestros asuntos, no nos paramos a pensar en la grandeza de una profesión que tiene que hacerse de nuevo cada día, que vive «como si nada hubiera de quedar de cuanto escribo». Uno, al menos, quiere hoy quitarse respetuosamente ante ellos la boina cultural. Que Dios se lo pague, porque el periodismo no está pagado. Desde mi experiencia lectora, creo que en la edición cordobesa de ABC hay nivel; aquí se escribe un español vehicular limpio y bien cortado , gustoso de leer. Aquí se cuida el lenguaje y se cuida la noticia, que es un modo de usar el lenguaje y de usar la conciencia. Como si toda la plantilla estuviera al tanto de la sentencia de Cioran, el terrible: «El manejo de las ideas exige menos talento que el manejo de las palabras. Con aplicación se puede llegar a ser filósofo, pero no escritor». Parece que estuviera anticipando al ministro de Sanidad español. Cada edición de este periódico es para los periodistas que lo hacen como una despedida. Veinte años despidiéndose diariamente, con todo el corazón en las palabras. ¿Tiene o no tiene mérito eso, Córdoba maternal, madrastra a veces?

En el oficio de escribir, que es arte, no hay temas mayores y menores, hay escritores mayores y menores. Eso vale para el periodismo y para la novela, para el ensayo y la poesía. Es conocida la anécdota de André Maurois -creo que es de él, pero me da vergüenza ir a comprobarlo a la biblioteca con la mascarilla puesta, como si estuviera ocultando mi ignorancia-, a quien un joven escritor pidió que le diera un buen argumento para una novela. «Un hombre y una mujer se quieren, respondió el maestro. Ponga usted el resto». Uno lee a los periodistas de la edición cordobesa de ABC, y a sus ingeniosos colegas de columna, claro, que también son periódico, y admira en ellos la capacidad para elevar a categoría literaria la menudencia de la vida cotidiana, para poner el resto. Y lo que es más admirable todavía, con una gran economía de lenguaje, que no vulgaridad. En el periodismo, una palabra de más es una idea de menos. De menos echo a mi querido Pepe Luque, compañero de página, compañero. Cambian las cosas, los afectos quedan. Sea así también con este periódico.

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