Pasar el rato

Larga duración

Abascal erró con dos horas y cuarto hablando sin parar. Censurar a Sánchez basta con media hora

Santiago Abascal (Vox) en la bancada de su partido en el Congreso de los Diputados José Roca
José Javier Amorós

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Un discurso es malo si es largo. El exceso de tiempo desluce el contenido. El Sr. Abascal se equivocó en el género grande . Dos horas y cuarto hablando sin parar, inmediatamente después de la hora larga de un actor secundario, justifican una moción de censura retórica. Está fuera de duda que Pedro Sánchez merece reprobación , crítica, condena, desprecio, expulsión. Pero bastan treinta minutos para hacerlo público. Escogiendo las palabras y el tono adecuados. Un hombre como Sánchez es insensible al Apocalipsis , y resulta inútil recitárselo. Un hombre como Sánchez es capaz de quitarle la merienda a un niño, con el pretexto de que así evitará el sobrepeso cuando sea mayor. Y encima, cuando sea mayor, el niño votará a Sánchez y le guardará el postre. Para un orador de raza, lo primero y principal, no aburrir al auditorio. Treinta minutos. Sr. Sánchez, es usted un mentiroso. Ejemplos. Sr. Sánchez, está usted desprovisto de sentido moral. Ejemplos. Sr. Sánchez, es usted una mala persona. Ejemplos. Sr. Sánchez, usted destruye cuanto toca. Ejemplos. Si está en condiciones de rebatir alguno de estos argumentos, le escucharemos respetuosamente. En caso contrario, no nos haga perder el tiempo, y pasemos cuanto antes a la votación, que sabemos perdida de antemano. He dicho.

Con un Gobierno que se ha apoderado de casi todos los medios de comunicación y dispone a su antojo de la publicidad nacional, esperar que una sesión crítica del Congreso de los Diputados tenga una amplia capacidad de divulgación es ingenuidad de votante de derechas. Todos sabemos que hay Sánchez para años. Es más dudoso que haya también Iglesias. Aunque Pedro Sánchez venga de confesarse con el Papa , que lo más probable es que se hayan perdonado los dos. Entonces, que los inútiles líderes de la derecha no añadan melancolía a esta tragedia.

Un discurso es malo si es largo. A un discurso de dos horas y cuarto le sobra, como mínimo, una hora y media. Del mismo modo que a una novela de quinientas páginas le sobran doscientas. A mis brillantes colegas de columna, en este periódico veintenario, los lee la gente porque son breves, además de ser buenos.

No abusan de su calidad. En general, y con unas pocas excepciones memorables, la oratoria parlamentaria es un coñazo de dimensiones homéricas. A los mejores discursos de la historia les sobra texto. Si el discurso es muy, muy bueno, un oyente refinado atiende durante los primeros veinticinco minutos. El resto del tiempo, hasta completar una prudente media hora, puede emplearlo el orador en despedirse. Un discurso largo no se escucha, se padece . Lo que hacen habitualmente los más grandes es convertir el Congreso de los Diputados en un dormitorio.

Y ahora, inútil opinante, ¿qué le pareció a usted Pablo Casado, el jefe de la nueva derecha socialista? Me pareció un peluche cabreado, con el que jugaron un ratito Sánchez e Iglesias. Con su discurso de dinamita y rencor, ese hombre demostró que tiene un gran pasado político por delante. Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras de la «noche unánime» del elogio. Si sigue degenerando, acabará de vicepresidente con Pedro Sánchez.

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