Pasar el rato

Un juzgado de Montilla

Se ha quedado con el juez y un solo funcionario a falta de que repongan el personal para que no enloquezca ni magistrado, ni abogados ni clientes

Palacio de Justicia de Montilla ABC
José Javier Amorós

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Pequeñas noticias permiten divagar sobre grandes temas. Divagar, que no reflexionar, uno no da para tanto. Lo que en este recuadro se hace cada semana no es más que un desahogo literario , como dijo recientemente mi querido José Luque , de cuya ausencia no podrá curarse nunca esta página. Tampoco de la huida al cielo del gran Vic , que fue llamado para darle amenidad a la vida eterna. S egún una información que firma David Jurado, de la competente redacción de este periódico , el Juzgado número 1 de Montilla no tiene casi personal, si se exceptúan al juez que lo sirve y a un funcionario que le ayuda en los trámites.

Me han comentado que hacen falta, al menos, otros cuatro funcionarios para que el juez no enloquezca. Y con él, los abogados y sus clientes. El Decano del Colegio de Abogados de Córdoba, que es un hombre inteligente, no ha puesto el grito en el cielo, porque sabe que el cielo queda lejos y tiene todo el tiempo ocupado en atender las oraciones de los españoles para que los libre de Pedro Sánchez . Se ha dirigido a la Administración de Justicia terrenal, con firmeza, pero supongo que sin esperanza.

Si el mismo Dios está siempre callado, según la melancólica suposición de Miguel Hernández , el Poder Judicial español no tiene por qué ser más elocuente. Me consta la preocupación del magistrado del Juzgado número 1 de Montilla, su desazón por las trabas administrativas que sufre en su honrado ejercicio de la función judicial. Conozco a Antonio Puntas , y no porque haya hecho todavía severos reproches procesales a mi comportamiento civil, aunque no le faltarían motivos. Todos somos culpables de algo, de mucho más Sánchez e Iglesias .

El hoy magistrado Puntas fue alumno mío en la Facultad de Derecho de Córdoba, no hace tantos años. O eso me gustaría creer. Pero logró recuperarse brillantemente de mis clases, y se hizo juez a los 25 años . Hace un mes fue promovido a magistrado. Si no le tuviera un afecto sincero y antiguo, consideraría una afrenta personal carrera tan notable. Le pido al Dios silencioso que no llegue nunca a formar parte del Consejo General del Poder Judicial , donde no creo que falten funcionarios de apoyo, de tramitación y de sobras. Desalienta comprobar que profesionales de la justicia inteligentes y bien preparados sentencian contra su propia dignidad buscando el favor del ganadero Sánchez, que los marcará con el hierro de la servidumbre judicial voluntaria.

La justicia es virtud , no poder. Y cuando la virtud de la justicia no va unida a la virtud de la humildad, deja de ser virtud para convertirse en el grave defecto de la prepotencia. Es entonces cuando los justiciables nos damos cuenta de que los jueces tienen demasiado poder. El Poder Judicial no es la justicia, como el Poder Legislativo no es la ley. A cada uno, lo suyo. Por aprobar unas oposiciones y poder decidir sobre la libertad o los bienes de una persona no se es justo. Se es poderoso. La virtud de la justicia debe traerla cada juez de su casa, para aportarla al cargo, después de haber aprendido a cultivarla desde pequeñito con el mimo con que se cuida una planta delicada.

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