Pasar el rato

Faltan camareros

Se expresan con más precisión y sobriedad que un diputado

Un camarero en la plaza de La Corredera VALERIO MERINO
José Javier Amorós

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UN camarero se expresa con más fluidez que un diputado. Su vocabulario acostumbra a ser más amplio, y lo usa con precisión y sobriedad. El tono, sobre todo, el tono.

—¿Qué va a tomar el señor?

En la música de esa frase única se resume la civilización . El cliente sabe que ha valido la pena vivir hasta ese momento, sólo para poder ser objeto de tanta consideración en tan pocas palabras. Sin llegar al hieratismo, el interrogador mantiene una distancia respetuosa y vagamente afectiva. También él se siente concernido por la pregunta, y eso se nota en el sonido. Su tono no es neutral, quiere que el cliente acierte. Para poder trasladar con la música justa esa fórmula sublime, hace falta oficio. Oficio de camarero . Saber servir es mucho más difícil que saber mandar. Cualquier patán puede alcanzar el poder. No es infrecuente que el poder desemboque en la arbitrariedad, en el abuso, en la grosería. De la experiencia del poder nadie sale mejor de lo que era. Y eso que hay gente a la que parece que ni siquiera el poder puede empeorar. Para servir, en cambio, se necesita clase, no sólo práctica. Por ignorar que el poder es, ante todo, servicio, se ejerce tan mal el poder en España .

Sin voluntad de servicio, el poder se queda únicamente en poder: abuso, desprecio, ineficacia. Los poderosos que han tenido la fortuna de convivir con subalternos con más clase que ellos, experimentan una transformación favorable de la personalidad. Muchos amos han sido educados por sus criados. Eso es histórico. El oficio de camarero tiene una fundamentación psicológica , y adecuadamente ejercido, llena el ánimo del cliente de benéficas emociones. El personaje más característico del inigualable Wodehouse , el mayordomo Jeeves , se propone al lector como un prodigio de inteligencia, cultura, serenidad y elegancia en el trato. El señorito, mucho menos evolucionado, depende completamente del sirviente, con la misma dependencia intelectual y emocional que sufre un drogadicto.

En Córdoba faltan camareros . Más de mil . No puede sorprendernos que un trabajo con tantas exigencias morales tenga tan pocos candidatos. Podría suceder que muchos expertos en almas sedientas se hayan dedicado, por comodidad, a la política, una actividad menos exigente y para la que no es necesaria formación especializada. La retribuyen mejor. Así se explicaría que sobren políticos y falten camareros. Un buen diputado es más fácilmente sustituible que un buen camarero. La calidad humana de tantos exquisitos profesionales de la psicoterapia por copas, ha hecho descender en nuestra ciudad el número de neurasténicos. Córdoba no merece tener que servirse ella misma la cerveza , silenciosa y triste. Mi largo trato con camareros del mayor nivel profesional, me ha llevado a reservar para ese oficio admiración y gratitud. Cuando cualquiera de ellos me pregunta:

—¿Qué va a tomar el señor?, me recojo devotamente y contesto.

—Lo que usted diga.

Y al camarero no le sorprende la respuesta. Considera natural que el que no sabe se deje guiar por el que sabe.

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