Pasar el rato

Dinero privado

El edil dimitido de Podemos vio 110 euros en un cajero y lo cogió pensando que era dinero público, sin dueño

El edil dimitido, a su salida de los juzgados VALERIO MERINO
José Javier Amorós

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Córdoba ha sido innecesariamente dura con el joven concejal dimitido de Podemos . La justicia ha estado ciega con él, como es costumbre en la justicia. Al seguidor de Iglesias lo acusaron con éxito de haber cogido de un cajero automático un dinero que alguien había olvidado. Alguien que debía de ir tan concentrado «de su corazón a sus asuntos», que no reparó en lo accesorio: 110 euros. Con ese dinero no tendría el también dimitido Pablo Iglesias ni para el taxi que lo llevaba a los debates y a los mítines. El concejal cordobés ha reconocido que cometió un error, que se equivocó, y por eso cogió lo que no era suyo. Es fácil equivocarse en una situación como la del joven ex, único y unánime ante un cajero automático de Córdoba .

Vio el dinero, no vio a nadie cerca, y lo cogió pensando que se trataba de dinero público, que no tiene dueño, según afortunada conclusión de una pensadora socialista. Supuso que se trataba de ‘res nullius’, como dicen los juristas , ‘cosa de nadie’, si el lector me permite que traduzca para enterarme yo de lo que escribo. El dinero estaba allí, abandonado y tentador, como una vicetiple después de un espectáculo de variedades. Nadie iba a buscarlo, nadie lo reclamaba. ¿Qué podía hacer entonces un concejal de Podemos , educado en la doctrina de la función social del dinero? Pablo Iglesias ni siquiera hubiera admitido el error. Para el jefe se trataría de un acto de justicia revolucionaria, por el que volvía al pueblo oprimido lo que el capitalismo opresor le había arrebatado: 110 euros.

La señora que por exceso de celo capitalista denunció la equivocación, ni siquiera nos ha aclarado si es funcionaria o alto cargo de la Administración, en cuyo caso, más a favor del concejal errado. Porque sus emolumentos entrarían en la categoría de dinero público, al alcance de todos los españoles, como el Nodo del general Franco . El único dinero privado es el que lleva la gente en sus bolsillos, protegido por un botón o una cremallera. Todo lo demás es dinero público: el de los bancos, el de los partidos políticos, el de los ERE, el de la familia Pujol , y la pensión de excombatiente que va a embolsarse Pablo Iglesias .

Podría suceder que el concejal errado haya aprendido a valorar el dinero, pero ignora el valor del silencio. Y se ha despedido haciendo el ridículo: «Dimito con la cabeza muy alta y la conciencia tranquila». Mi frecuentado lord Chesterfield escribió a su hijo que «el ridículo es la prueba de la verdad». Porque el ridículo ha puesto de relieve los puntos vulnerables de la causa del concejal errado: la cabeza y la conciencia.

La tranquilidad de conciencia debe de venir en los estatutos de su partido, que tantas conciencias tranquilas ha dado a España: P ablo Iglesias, Pablo Echenique, Juan Carlos Monedero, Irene Montero, Isa Serra , y gente así, fácil de tranquilizar. Desde los griegos se sabe que la mejor forma tranquilizar la conciencia es sustituyéndola por la política. Cuando uno piensa que podría morirse con la cabeza gacha y la conciencia cabreada por sus muchos pecados y equivocaciones, siente el impulso psicoanalítico de afiliarse a Podemos . Donde habita la inocencia.

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