Pasar el rato

La costumbre de Dios

Todos los años, en estos días, vuelve Dios a las calles de Córdoba, de las que nunca se va del todo

Cristo del Remedio de Ánimas en su templo de San Lorenzo Valerio Merino
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Dios se diferencia del hombre en que sabe esperar . El hombre tiene prisa, y la prisa es inevitablemente violenta. Dios se diferencia del hombre en que perdona siempre. El hombre, sobre todo el hombre político, vive acostumbrado al resentimiento. Y el resentimiento amarga la vida. Dios se diferencia del hombre en que necesita al hombre, y por eso lo creó. Sin el hombre no estaría justificada la existencia de Dios. ¿Para quién? ¿Para qué? El hombre, en cambio, sobre todo el hombre político, no necesita a Dios. O eso cree. Si Dios no existiera, todo estaría permitido, dice Iván Karamazov en la novela de 'Dostoyevski' . Como los gobernantes españoles no han leído a Dostoyevski, se lo permiten todo sin plantearse siquiera la existencia de Dios. Así evitan manchar de pensamiento la cabeza embistiente.

Se atreven con todo porque no saben de nada. Viven instalados en la nube de la ignorancia. Es difícil creer en Dios, pero es más difícil no creer en nada. Es difícil amar, pero más difícil resulta el odio, que requiere más empeño que instinto. El hombre no ha nacido para odiar. El odio exige una voluntad obstinada de hacer daño y de hacerse daño. El odio perjudica únicamente al odiante, mientras que el amor beneficia sobre todo al amante. «¿Se puede hablar honestamente de otra cosa que de Dios o de uno mismo?», escribió en sus ‘Cuadernos’ Cioran el terrible, que no creía en ninguno de los dos.

Todos los años, en estos días, vuelve Dios a las calles de Córdoba, de las que nunca se va del todo . Vuelve en carne mortal, que es la que lo acerca a nosotros, la única que podemos comprender. Cuenta todos los años con muchos cordobeses de alma grande que no creen en Él -o eso creen-, pero lo miran y lo admiran con respeto, y hasta lo cargan sobre sus espaldas, gloriosamente atormentadas por el peso de Dios. Ese Dios indulgente y paciente y doliente vuelve cada año a las calles de Córdoba para ser compadecido. Compadecer a Dios lo pone a nuestra altura.

Está más cerca de nosotros en la Cruz que en la Gloria, que nos resulta inalcanzable. Creemos en el Dios Niño riente de la Navidad y en el Dios Hombre doliente de la Semana Santa . Que no son menos Dios que el que triunfa sobre la muerte. Cuando Dios asciende, parece que se aleja, se coloca por encima de nuestras posibilidades. Por eso ideó Él las otras dos encarnaduras, para poder estar con nosotros hasta la consumación de los siglos.

A veces, como este año y el pasado, no puede pasear su dolor por las calles de Córdoba. Pero estar, está. Entonces espera en las iglesias a sus fieles y a sus devotos descreídos, y para todos tiene palabras de consuelo, cuando tanto necesita que lo consuelen a Él. También ahí está la diferencia. No me parece casual que el Remedio de Ánimas de la parroquia de San Lorenzo , donde empieza en Córdoba la Semana Santa, sea un Cristo en su Cruz. Ese hermoso nombre contiene una cristoterapia para almas sin remedio conocido. Sean o no creyentes. En Córdoba no hace falta creer en Dios para sentir a Dios , para tener, por lo menos una vez al año, la costumbre de Dios.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación