Pasar el rato
Caras nuevas
Por fin sabremos lo que había debajo de los embozos, porque las mascarillas esconden lo que importa
Todo fluye. El melancólico Heráclito no podía bañarse dos veces en el mismo río, y nosotros no podemos mirar dos veces la misma cara. Como el Guadalquivir no invita en Córdoba a bañarse, haremos filosofía con la cara. Hace más de un año, el amo Sánchez ordenó que los cordobeses se cubrieran el rostro. Ahora ha dispuesto que fuera máscaras. Eso va a revolucionar la convivencia tanto como la mascarada de los indultos.
Estábamos tan acostumbrados a la comodidad del anonimato, que nos cuesta dar la cara. Y a saber qué encontraremos detrás de cada velo . La mascarilla detiene el tiempo que pasa, e impide ver la evolución de la cara, que es donde reside el encanto de la cara. Me gustas porque cambias. Por eso considero una equivocación las caras retocadas, las caras retroactivas. Rostros detenidos en su evolución. La belleza fluye, como el río, y tratar de congelarla en un instante único la convierte en artificio.
Después de ver mil veces la misma imagen de la perfección, uno se aburre de la perfección. Aunque a uno le aburre la perfección incluso después de verla una sola vez. -¿Me quieres, Rafael Amadeo?- Te amaré siempre, Fuensanta Evelina. -No, no, dime que me quieres ahora, y vuelve a decírmelo esta tarde, cuando ya no sea la misma. Y mantén la costumbre. De repeticiones del amor está hecha la eternidad .
Córdoba se ha llenado de caras nuevas . Por fin sabremos lo que había debajo de los embozos. Porque la mascarilla esconde lo que importa. Por las calles de Córdoba nos encontramos con viejos conocidos, que para nosotros son nada más que sospechas de verdades. -No quiero parecer indelicado, pero tú, ¿quién eres? Te intuyo, aunque no te defino. -Eso mismo llevo preguntándome yo desde que me puse la mascarilla. -Lo malo será que te lo sigas preguntando cuando te la quites. -Peor será que me lo sigas preguntando tú.
Las mascarillas han llenado las calles de Córdoba de gente reflexiva, preocupada por las grandes cuestiones del ser. Una sucesión de filósofos ocultos que vagan por Cruz Conde recuperado, por Antonio Maura desconocido, por la avenida de Barcelona independiente, con la espalda encorvada por el peso de graves pensamientos. ¿Quién soy yo? ¿Quién es aquél? ¡Qué calor, qué mal se respira con esta asquerosidad de mascarilla! ¡ Maldito sea el laboratorio chino que nos la trajo !
Córdoba empieza a vivir con moderación la alegría de dar la cara. Todavía no hemos lanzado tumultuosamente las mascarillas al vuelo, como las gorras de los militares en la ceremonia de graduación. Nos costará un poco acostumbrarnos los unos a los otros. Por la cara. Cada paseante será un descubrimiento. Nunca pensé que me alegraría tanto de verle la cara a gente a la que nunca había mirado. No nos damos cuenta, pero nuestras mascarillas significan que Córdoba está velada con un velo. Como esos edificios o esos monumentos que se cubren con una lona para repararlos. Los cordobeses son el rostro de Córdoba, la gracia de Córdoba , el encanto de Córdoba. Sin cordobeses, o con unos cordobeses embozados y oscurecidos, ¿qué interés tendría Córdoba?
Noticias relacionadas