Pasar el rato

La Biblioteca de los Patos

Llamarla de esa manera la aniña, le quita solvencia y seriedad intelectual

Estructura de la futura la Biblioteca Valerio Merino
José Javier Amorós

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Si la ley Celaá se aplica en Córdoba conforme a su espíritu analfabeto, no ve uno para qué necesita Córdoba una nueva biblioteca . Dentro de quince años, nuestros universitarios tendrán de los libros una vaga noticia histórica, sin ninguna experiencia personal. Las redes para cazar pajarillos bobos les habrán dicho que los libros son un anacronismo, tan ridículos como los pololos o el miriñaque. Después de una larga reflexión gubernativa, siete años, parece que va a terminarse por fin en Córdoba el edificio de los libros, que el Estado regala por nuestra cuenta a esta ciudad antigua y sufrida. El obsequio es hermoso, pero tardío. A nuestros niños les va a dar lo mismo. Porque la ley de la bilbaína neanderthalensis es un supuesto de eutanasia de la buena educación. Este Gobierno compasivo quiere ayudar a morir a la vieja cultura que agoniza entre libros, atormentada por el pensamiento. El pensamiento se opone al progreso. Pienso, luego estorbo.

A la gente antigua que todavía lee en papel en Córdoba, y ama los libros, le quedan dos telediarios de Rosa del Pesoe Mateo . Quizá menos, con la ley de la eutanasia. A ver qué harán nuestros herederos con la nueva biblioteca de los patos. A uno le gusta llamarla así, La Biblioteca de los Patos , por impulso de paseante de jardines, de Los Jardines de los Patos. No creo que eso vaya a molestar al Grupo Cántico, que era un grupo de poetas de tierra, mar y aire. Con el gran Ricardo Molina, cree uno que «importa lo común y lo vulgar». Grupo Cántico será el nombre oficial, distinguido, para presentar la casa a las visitas y pronunciar discursos. A los que no hemos recibido tantos dones, pero nos queda mucha infancia todavía, nos parece que referirse a ella como La Biblioteca de los Patos la aniña, le quita solemnidad intelectual, la acerca a lo común. La acerca a los niños, a los abuelos, a las madres primerizas, a las embarazadas, a los allegados célibes que se mantengan en su infancia, que tanto ayuda a hacer bien la digestión en Nochebuena. En contra de lo que podrían suponer la ministra de Educación o Adriana Lastra , esa denominación campesina a la que me gusta atenerme no quiere decir que el Gobierno les haya puesto una biblioteca a los patos de los Jardines de la Agricultura. Aunque si le han puesto un ministerio a Ábalos , no puede sorprendernos que un pato tenga también aspiraciones. Biblioteca de los Patos es una referencia de lugar, no una atribución de dominio. La biblioteca no pertenece a los patos, en el sentido en que España pertenece a Pedro Sánchez y puede hacer con ella lo que quiera, sin haberla leído. Los patos no son tan presuntuosos, y saben cuál es su sitio. Sánchez muy bien podría ser un pato sin límites, o sea, un patoso. O un patán. A los libros se les está poniendo muy cuesta arriba la vida de relación, y es probable que la ley Celaá los deje definitivamente sin clientela. En Córdoba, al menos, les quedarán los patos , que no están afectados por esa ley. Si los patos se ponen a leer, no les resultará difícil superar intelectualmente a algunos ministros y portavoces parlamentarios.

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