CULTURA

José Garnelo, el legado de un pintor inagotable

Acaban de cumplirse 75 años de la muerte de este artista incansable, criado y fallecido en Montilla, que fue profesor de genios como Picasso

Félix Ruiz Cardador

Nació en Valencia en julio de 1866, quince días después de que el general Narváez accediese al Gobierno por última vez en plena crisis del Reinado isabelino. José Santiago Garnelo y Alda ha pasado sin embargo a la historia como montillano, pues allí vivió desde la más tierna niñez, en plena calle Corredera, y allí descansan sus restos, en la Parroquia de Santiago. La ciudad de la Campiña Sur lo declaró en su día Hijo Adoptivo y ahora también lo recuerda en el 75 aniversario de su muerte , que ocurrió en octubre de 1944, bajo las grises nubes de la postguerra y cuando el artista estaba próximo a convertirse en octogenario. Una exposición bibliográfica con documentos inéditos en la Casa de las Aguas, que puede visitarse hasta el 19 de noviembre, o algunos paseos culturales por el legado que de este creador queda en la actualidad en Montilla son algunas de las actividades propuestas. Demuestra la ciudad campiñesa el amor y el cuidado que siente hacia este pintor , que cuenta allí mismo con un precioso Museo desde 2006 y cuyo legado había quedando durante décadas en cierta neblina debido al alocado frenesí en el que entró el arte en el siglo XX, cuando cada breve tiempo aparecía una nueva tendencia visionaria que parecía eliminar todo lo anterior.

La pintura de Garnelo , reposadas ya aquellas revoluciones incesantes y asimiladas sus voces y sus ecos, tiene sin embargo la vigencia de los clásicos y su pura maestría, delicadeza. También inconformismo y valentía, pues el pintor, que se crio artísticamente en el naturalismo , no fue ajeno a los movimientos que se vivieron en su tiempo, como el historicismo, el regionalismo o impresionismo. Siempre, eso sí, sin olvidarse de la naturaleza como centro de la obra, pues según Garnelo dejó escrito « la naturaleza será siempre la madre de toda expresión artística ». Opinaba el pintor que «ella, la que nos rodea y a quien pertenecemos, es la que aporta al caudal del artista los elementos de verdad, emoción y armonía, los tres aspectos sustantivos de la belleza, fin supremo del arte». Bajo esos parámetros, su obra se extendió por numerosas temáticas y técnicas , en las que se alternan según la época grandes temas y retratos históricos o bíblicos con detalles de la vida cotidiana de su época.

Un padre médico y artista

En cuanto a su vocación, queda claro que le llegó de su padre, José Ramón Garnelo Gonzálvez, que fue médico de profesión pero pintor aficionado y un importante dinamizador cultural en la Campiña cordobesa. Valenciano de nacimiento, José Ramón se casó en primeras nupcias con una montillana, a la que cuentan que conoció por la relación comercial que el abuelo de Garnelo, que era herrero de oficio, tenía con la localidad cordobesa. Tras la muerte de esa primera esposa, este doctor se radicó en Montilla con su segunda mujer, apenas dos años después del nacimiento del pequeño José. Allí fue el niño escolar y bachiller, como todos los jóvenes estudiantes de la época, en el histórico Instituto Aguilar y Eslava de la cercana ciudad de Cabra. La vocación por el lienzo era dominante y por eso el jovencísimo pintor siguió el canónico itineranario del momento: primero en el la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y más tarde en la Escuela de San Fernando de Madrid . Participó y cosechó Garnelo premios en las célebres concursos nacionales de la época, que era donde lograban fama los jóvenes creadores del momento como los cordobeses Romero de Torres, Inurria o Muñoz Lucena , y luego desarrolló una intensa labor como profesor, que lo llevó por ciudades como Barcelona -donde fue maestro de Pablo Ruiz Picasso- , Zaragoza, Cádiz o Madrid, donde también ocupó la subdirección del Museo del Prado.

Marcado con un 2, Garnelo en su época de subdirector del Prado, durante una inspección tras un robo

Garnelo fue un viajero impenitente, lo que le permitió tener una visión cosmopolita y vivir en ciudades como Roma . Anduvo por París de joven, capital por entonces del arte, y conoció allí los movimientos que nacían en una época de eclosión y reflexión profunda, en la que el arte buscaba nuevos caminos tras el perfeccionamiento de la fotografía. Chicago, Londres o Berlín son otras ciudades en las que expuso su obra. De sus años de madurez queda finalmente su imagen más conocida de hombre de barba rizada y vestido con paño elegante y algo tieso, con esa estética muy decimonónica, a lo Julio Verne , que caracteriza a los artistas que hicieron el tránsito entra esa centuria y el tan dinámico como sangriento siglo XX. A la posteridad pasa con ese atuendo este artista cuya memoria sigue viva y en cuya obra se pueden disfrutar tanto los rasgos clásicos de la pintura que aprendió en su juventud como los intentos de aligerar la pincelada que llegaron luego. Garnelo, con todo ello, pertenece por méritos más que sobrados a la prolífica Edad de Plata de la pintura española . También a un momento especialmente dulce de la pintura cordobesa.

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