Desde Simblia

Campiña cordobesa

La crisis del girasol es consecuencia del peligro del monocultivo olivarero

Trabajo en un olivar de Córdoba Valerio Merino
José Calvo Poyato

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Poco a poco, las tierras de la campiña de Córdoba , onduladas lomas que contrastan con las llanuras sevillanas, se van llevando de olivos , en un creciente y peligroso monocultivo. Grandes extensiones, otrora dedicadas al cultivo de los cereales y también al del girasol , están hoy cubiertas por plantones de olivos, unos muy cerca de otros -son las nuevas técnicas- y que necesitan agua, cada vez más escasa, porque en muchos casos se trata de olivares de regadío.

Su vida es mucho más limitada que la de los viejos olivos centenarios de troncos nudosos y retorcidos que son una de las señas de identidad de los olivares tradicionales. El girasol criado en las tierras campiñesas de Córdoba ha ido perdiendo el protagonismo del que gozó hace algunos años.

Su superficie de cultivo ha caído con tanta intensidad como subió en décadas anteriores, cuando allá por los años setenta del siglo pasado, por intereses oscuros, se arremetió contra el aceite de oliva, que fue considerado perjudicial para la salud -algo de eso todavía queda en el etiquetado a que están obligados las grasas alimenticias, según la normativa europea-. Por aquellos años el aceite de girasol aparecía como el gran competidor del olivar y su cultivo ofrecía atractivas posibilidades.

Se necesitó tiempo para que, sobre los beneficios del aceite de oliva, las cosas volvieran al lugar de donde nunca deberían de haber salido. La cocina mediterránea , desde hace algunos años, se puso como referente de cocina sana lo que incluye el aceite. Con esa dieta saludable el girasol perdió protagonismo, aunque se destinó a otros usos y hoy es una necesidad, en algunos casos imperiosa, para la elaboración de los piensos para el ganado.

Ucrania es uno de los grandes productores mundiales de girasol y, ante la situación presente, las dificultades de abastecimiento se presentan en el horizonte como un serio problema para ese sector de nuestra economía. Sin embargo, los datos que se poseemos sobre este cultivo señalan que en España se siembran unas setecientas mil hectáreas y su rendimiento se sitúa en torno a los 1.150 kilogramos por hectárea, según el promedio de la última década.

Con esos rendimientos, la cantidad de girasol que se cosecha en nuestro país -gran parte del mismo en tierras andaluzas, sobre todo en la provincia de Cádiz-, es de unas ochocientas cincuenta mil toneladas, cifra que daría para el autoabastecimiento necesario en España no sólo para la obtención de aceite, sino para el que se destina a usos ganaderos. ¿Cómo se explica entonces la alarma que ha sacudido al sector en estos días? ¿Qué clase de intereses hay detrás de ello? La respuesta es fácil imaginarla.

Esta situación pone de manifiesto, una vez más, los peligros de ese monocultivo olivarero que se está extendiendo por tierras de la campiña cordobesa y que, por añadidura, supone un consumo de agua que no se está en condiciones de garantizar con las sequias que periódicamente sacuden los climas mediterráneos y en una de las cuales estamos inmersos, si las lluvias que están cayendo estos días no se prolongan y remedian una situación que, a la vista de como se encuentran los pantanos , es algo más que preocupante.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación